La auditoría sentimental
Actuamos llevados por la impertinencia de la prisa. Arrastrados en la vorágine del dinero extra. Nuestros almacenes, centros comerciales y espacios de esparcimiento revientan de afluencia. Las ventas altas a precio de oro.
Para quienes, a quien todo el año es privación, el ingreso extra representa la posibilidad celestial de dar. De prestar un cachito de ilusión.
Fragancias desarrolladas con feromonas. Artículos electrónicos de gama intermedia. Televisores programados para recibir señales de internet.
Compañeros animatrónicos de frases desgastadas aun antes de abrir el empaque.
Todas las selecciones, incluyen la envoltura, en las primeras horas posteriores a la natividad, frágiles y sin leer instructivos, malfuncionan o pararán en enero en las tiendas de empaño. A fin de hacer llevadera la cuesta de enero.
Nada de baleros, damas chinas, palillos de colores o juguetes educativos. Esos aburren a los infantes. En las posadas, par de semanas antes al 24, ya se intoxicaron etílicos.
El baile de las compañeras en desgracia. Al intendente con tan buena fortuna para llevar hasta la periferia, uso de carro de aplicación, la mega pantalla para ver los juegos de su equipo de futbol.
Almacenamos ideas prescindibles. Conocer el mar esta diferido. Viajar al predio original donde aun quedaron atrás los parientes más pobres.
En las ciudades, el caos es la reina regente en servicio. La cerveza, el alcohol de alta graduación, las aguas locas, hacen rendir el remanente.
Soñar es eterno. Otro año se va.
Carbón o bosta de caballo. Nos debemos auditorias comunitarias. De sinceridad y paz. Antes de sentar a la mesa. Regresar la visita a quien herimos. Pedir perdón.
Ese es el acto sublime. La esperanza de los viajantes en esta nave universal llamada tierra.