Opinión

La Fantasía en el Poder: Cuando la Política Abandona la Realidad

Carlos Chavarría DETONA® ¿Hemos cruzado el umbral hacia una era donde la política es una esfera autónoma, ajena a la realidad que pretende gobernar y sus costos gravitan sobre la sociedad a la que pretende servir? La respuesta, tristemente, parece ser afirmativa.
https://vimeo.com/1091444957

La gobernanza siempre ha requerido de la política para adelantar y conducir el inevitable conflicto de intereses. A su vez, la política desarrolló sus propios postulados y mecanismos para ser efectiva en la sociedad a la cual debe rendir resultados tangibles

 Sin embargo, en el panorama actual, ese último detalle —el de dar resultados— se ha convertido en algo secundario y accesorio. La meta primordial hoy es llegar y permanecer en el poder, y para ello se invierte todo recurso y maniobra disponible. Esta primacía de la supervivencia política sobre la efectividad real ha sido señalada por diversos autores que analizan la evolución de la política moderna (Castells, 2018).

 La manipulación y la mentira se han vuelto tan omnipresentes que, una vez que se toma el control del poder, los políticos —incluso aquellos cuya trayectoria estaba alejada de la política— dejan de ver el mundo real, ese  formado por seres humanos que buscan su mejor futuro para ellos y sus mas queridos. En su lugar, ingresan al juego de sus propias fantasías

En poco tiempo, adoptan sus discursos y lemas, narrativas como si fueran ya la realidad, y desde el primer día al mando, ven evidencias por doquier de su gran efectividad, así como a los enemigos que consideran un lastre para ocupar algún lugar en la historia del futuro.

 Esta desconexión los sumerge en una burbuja de autoengaño que distorsiona cada decisión y cada percepción, un fenómeno que se alinea con la emergencia de la post-verdad, donde los hechos objetivos son menos influyentes que las emociones y las creencias personales (Keyes, 2004).

 Muy pronto, se lanzan loas a los múltiples y "bellos" planes, así como a las "mejores" leyes, que se diseñan con propósitos majestuosos y magnànimos, estos no solo prometen acabar con los problemas y atrasos dejados por el pasado, sino que, por su peso innovador, deben ser asumidos y replicados como mandatos universales.

La ambición de estas propuestas a menudo choca con la complejidad y las limitaciones de la realidad, pero en la fantasía del poder, su mera concepción ya es sinónimo de éxito inminente.

Desde todas partes, a los personajes en la cúspide les llegan datos y estadísticas que no solo apoyan lo actuado, sino que se presentan casi como una demostración científica, se les convence de que es solo cuestión de tiempo para que finalmente se alcance el ansiado estado de felicidad para todos los gobernados. 

 Esta data a la medida valida la narrativa del éxito, ignorando o descalificando cualquier evidencia que contradiga la fantasía oficial. La instrumentalización de las estadísticas para construir realidades alternativas es una característica de la política actual (Davies, 2018).

 Así de fantasiosa es la política de hoy, donde todos los partidos aspiran a recrear las peores hegemonías de sus pasados, porque en su fantasía, ese es el estado supremo ideal para la política

 Para ellos Nada importa la realidad, o peor aún, se la desprecia, porque aquellos que vivan fuera del cuento se perderán el nirvana que solo el poder omnímodo, en su generoso paternalismo autoritario, puede garantizarles. 

La búsqueda de un control total y absoluto se justifica en la promesa de un bienestar que, paradójicamente, solo existe en la mente de quienes lo prometen.

Esta tendencia a la personalización y el autoritarismo blando es una de las mayores amenazas a la democracia contemporánea (Levitsky & Ziblatt, 2018).

 Pero las alucinaciones de muchos grandes personajes de la política mundial y domèstica no terminan ahí, como si estuvieran solos y no requirieran que la realidad se comporte de manera distinta a la que ya han dictaminado, pueden darse el lujo de desmantelar instituciones antes valiosas, como la educación y la salud.

Sus estadísticas internas les han convencido de que todo es inmejorable, o que sus reformas fantásticas ya han resuelto todos los problemas, justificando así la negligencia o el desmantelamiento de sistemas vitales.

 En el mismo sentido, la "violencia legítima y justa" adquiere el poder no solo de cambiar la realidad, sino de abolirla, la legitima violencia trabaja mas a favor de evitar que se salga de control la sociedad civil que los criminales.

La justa violencia es partebde todos los discursos fantasiosos de los mandos supremos civiles de los ejércitos, que muy a menudo bastante lejos de las zonas de combate, revisan en sus minigabinetes militares blancos selectos que se dan por destruidos. 

Con eso, se cumple el protocolo de la imposición de una nueva realidad como un futuro precioso, por ejemplo, la fantasía de convertir zona devastada por la guerra en un destino turístico paradisíaco, al estilo de Marbella o Biarritz.

La brutalidad de la guerra se reduce a cifras y mapas, despojándola de su horror y sus consecuencias humanas, un reflejo de la disociación entre la toma de decisiones y las consecuencias humanitarias (Ignatieff, 2000).

 Como la fantasía siempre será mejor que cualquier realidad, en este imaginario político se planea, por ejemplo, que se vuelvan a unir antiguas repúblicas soviéticas en un imperio ruso zarista renovado y moderno.

Bajo esta ilusión, se asume que todos sus habitantes estarán más que felices de abdicar su soberanía a favor de su "nuevo padrecito" que cuidará de todos.

Esta peligrosa quimera ignora las historias de opresión, las identidades nacionales y los deseos de autodeterminación, construyendo un futuro sobre la base de un pasado idealizado y pero no por eso menos autoritario.

Un Futuro Posible, Lejos del Espejismo

 Y así, mientras los arquitectos de estas quimeras políticas se congratulan en sus torres de marfil, convencidos de haber alcanzado el cenit de la gobernanza, el mundo real sigue su curso, ajeno a las proyecciones y los discursos vacíos.

La ironía más cruel reside en que el camino de la fantasía, por grandioso que se presente, es, en su esencia, un sendero hacia la esterilidad, no hay soluciones genuinas en el autoengaño, ni progreso verdadero en la negación.

 La esperanza, sin embargo, no reside en esperar que los habitantes de estas burbujas oníricas despierten por sí mismos. Reside, más bien, en la persistencia de la la realidad ineludible, aquella que tozudamente se impone con sus problemas y sus verdades. 

 Reside en la ciudadanía que, pese al bombardeo de ficciones, sigue sufriendo, viviendo y exigiendo soluciones concretas, la verdadera promesa de un futuro mejor no se encuentra en el esplendor de planes ilusorios o en la imposición de narrativas hegemónicas.

Se halla en la humilde y ardua tarea de reconocer la realidad, de enfrentar los desafíos sin filtros ni autojustificaciones, y de construir consensos sobre las bases sólidas de la evidencia y el bien común.

 

Quizás el mayor acto de rebeldía política hoy no sea la confrontación ideológica, sino el simple y radical compromiso con lo que es.

Solo cuando la política deje de ser un escenario para la proyección de fantasías personales y colectivas, y se atreva a pisar el terreno firme de lo real, podremos vislumbrar un camino donde los resultados importen más que los aplausos, y la gobernanza se convierta, de nuevo, en un instrumento de servicio y no en un espejo distorsionado del poder.

Este es el absurdo que debemos reconocer para poder, finalmente, trascenderlo.
https://vimeo.com/1015118818
https://vimeo.com/1089261994
https://vimeo.com/1091496933