La guerra será larga

La invasión de Ucrania apunta a un fracaso múltiple para Putin. Su permanencia en ese país llevará a la economía rusa a la bancarrota.
MIAMI, Florida.- Contra todos los pronósticos, la guerra rusa contra Ucrania entra a su segundo mes cuando la previsión del Kremlin era acabarla en dos días.

Los hechos de la semana pasada nos muestran que la guerra será larga y el mundo caminará en el borde del desfiladero nuclear.

Putin cometió errores garrafales de evaluación y se lanzó a una guerra que se planeó sobre premisas equivocadas.

Ahora no hay más salida que un alto al fuego unilateral de su parte, a fin de abrir un camino a la negociación y a la paz.

Los ucranianos, en cambio, no pueden declarar un alto al fuego, porque si dejan de defenderse se acaba Ucrania.

Entre los errores de cálculo de Putin hay uno que se ha comentado poco, pero es central: subestimó al presidente Biden.

Hay la tendencia, entre los ‘cobardes matoncitos’ de todas partes del mundo, de confundir a una persona buena con otra cosa.

Putin creyó doblegar, con un par de amenazas y demostraciones de feroz crueldad, al presidente de Estados Unidos que tiene baja aceptación entre sus gobernados, es vacilante en sus determinaciones de política interna (se echó para atrás en su agenda social por la oposición de dos senadores de su partido) y tiene encima la presión de Donald Trump y un Partido Republicano que le niega todo.

Pero en lugar de replegarse, a cada amenaza de Putin, Biden sube el decibel de sus respuestas.

Los dos llegaron a un punto de no retorno. Putin, por la vergüenza de salir derrotado de Ucrania. Biden, porque se juega en esa guerra su presidencia y los principios que lo llevaron a la Casa Blanca.

Por eso, más la resistencia e inteligente estrategia militar de Ucrania y la genialidad política del presidente Zelenski, que ha posicionado en el mundo la narrativa de que en su patria se libra la lucha de David contra Goliat, es que esta guerra será larga.

La semana pasada el presidente Biden viajó a Europa con un objetivo básico: mantener unidos a los aliados contra Rusia.

En Varsovia pronunció el discurso más duro que haya dado un presidente de Estados Unidos en política exterior desde que Ronald Reagan llamó “imperio del mal” a la Unión Soviética.

Y en lo que dicen que fue un lapsus fuera del script, Biden dijo ante multitudes que lo oyeron y vieron en pantallas gigantes en distintos puntos de la heroica capital polaca, que Putin no puede permanecer en el poder.

Con esas palabras, cerró la posibilidad a negociar con Putin.

Durante los debates con Trump en la campaña, Biden dijo que quienes intervinieron en la elección presidencial de Estados Unidos pagarían las consecuencias.

También desde la campaña y hasta después de asumir la presidencia, dio su visión del mundo sobre la cual se asentaría la política exterior de Estados Unidos: el siglo 21 se definiría por una batalla global entre democracias y autocracias.

A sus aliados europeos les dijo el sábado desde Varsovia: “Esta batalla, debemos tenerlo claro, no se ganará en días ni en meses. Necesitamos armarnos de valor para la larga lucha que tenemos por delante”.

Esas respuestas jamás las imaginó Putin.

Que los líderes rusos subestimen a los líderes estadounidenses no es nuevo. En dos ocasiones ese grave error de cálculo ha puesto al mundo al borde de la extinción.

En 1963, el líder soviético Nikita Krushev minimizó al presidente estadounidense más joven de la historia, John F. Kennedy, cuando decidió seguir con su plan de enviar misiles a Cuba a pesar de que había sido descubierto por los servicios de inteligencia de Estados Unidos.

Krushev percibió debilidad en el presidente de origen irlandés por su manejo de bahía de Cochinos, donde fue ambiguo en su apoyo a los disidentes cubanos.

Con ese trasfondo, Krushev pensó que Kennedy podía ser avasallado con el plan soviético de establecer una base de misiles soviéticos en Cuba.

La misiva que Krushev le mandó a Kennedy fue tan ruda y arrogante que el hermano del presidente, el procurador Robert Kennedy, se rehusó a recibirla oficialmente y permaneció en secreto durante 33 años, hasta que fue divulgada en 1996. La crisis de los misiles se resolvió con un acuerdo secreto, el mundo pudo respirar y Krushev se tragó su orgullo.

Casi 60 años después, el paralelismo histórico se repite.

Putin no subestimó a uno sino a dos presidentes. A Zelenski y a Biden. El supuesto gran estratega que recuperó Crimea en 2014 encontró un muro de resistencia que nunca detectaron sus servicios de inteligencia.

Si la estrategia neocolonialista y expansionista de Putin fuera un juego de póker, sus blufs han sido ignorados y rebasados.

La invasión de Ucrania apunta a un fracaso múltiple para Putin: su permanencia en ese país llevará a la economía rusa a la bancarrota.

Y la restauración del imperio ruso quedará derruida por la fortaleza de un excomediante, la de sus ciudadanos y la de un presidente de Estados Unidos, ridiculizado por los rusos por su “déficit de vitaminas”.

Pablo Hiriart

Nacido en Chile, emigró a México a fines de los 70. En 1980 inicia su etapa como reportero del semanario Proceso y del diario La Jornada antes de formar parte del equipo de comunicación del gobierno federal.
Desde el año 2016, participa en México Confidencial en Azteca 13, en Proyecto 40 y es Director General de información política y social del diario El Financiero, donde escribe la columna "Uso de Razón".