¿Cuál es el trasfondo político de la Interconexión Lázaro Cárdenas-Morones Prieto?
¿La fundamental? Que políticos antagónicos en Nuevo León, partidos en pugna permanente, enterraron las hachas y presentaron en conjunto un proyecto que beneficiará a todos los habitantes del Área Metropolitana de Monterrey.
Se hizo en Palacio de Cantera, como debe ser en estos casos, con el gobernador Samuel García encabezando la ceremonia; con el alcalde de Monterrey, el priista Adrián de la Garza, y con el panista de más renombre en Nuevo León, el alcalde de San Pedro, Mauricio Fernández.
El plan maestro lo integran seis etapas de una magna obra que moverá a más de 24,200 vehículos diariamente y aliviará el nudo vial de las principales arterias de nuestra metrópoli.
Pero, al mismo tiempo, esta magna obra revela algo aún más importante: una sana normalización en las tareas de gobernar.
En su libro La política como vocación, Max Weber reflexiona sobre el sentido de la actividad política. Dice que hay quienes viven la política como vocación y quienes la viven como profesión.
Max Weber prefiere a los políticos de vocación (idealistas, soñadores, apasionados) y desprecia a los políticos de profesión (pragmáticos y flexibles).
Sin embargo, en las democracias modernas, yo prefiero a los políticos de profesión; es decir, a los servidores públicos prácticos, planeadores y profesionales.
El clima político local se ha estabilizado, y tanto Samuel García como Adrián de la Garza, así como Mauricio Fernández, terminaron recientemente un proceso de ajuste de sus gabinetes y su equipo de trabajo, con servidores públicos profesionales y aptos para entrar a la etapa restante de sus actuales gestiones administrativas.
¿Qué sigue? Ahora toca mantener el pulso y coordinar esfuerzos.
No se trata de quién figure más en el próximo escenario electoral, sino de quién será mejor evaluado como servidor público ejemplar: con equipos profesionales bajo su mando, con ejecución de mucha obra pública y desempeño impecable de sus tareas de gobierno.
Que me perdone, desde el más allá, el clásico Max Weber, pero, sin menoscabo de la pasión y del ánimo soñador.