¿Cuál es la postura sobre la guerra Israel contra Irán de amigos de NL que viven en Tel Aviv?
En especial, establecí muy buenas relaciones con un paisano nuevoleonés que es cirujano oncólogo en el Tel Aviv Sourasky Medical Center.
Al margen de su admirable pericia médica, este amigo oncólogo guarda una lealtad inquebrantable al país donde trabaja.
Hace bien, pero se equivoca si asume que Irán caerá muy rápido.
La antigua Persia es una fortaleza natural: altas montañas, enormes desiertos y una costa de más de 2,500 kilómetros de largo, frente al Golfo Pérsico y el Golfo de Omán, que conecta con el Mar Arábigo. A Irán lo protege una muralla geográfica casi imposible de horadar.
Yo no soy sionista, tampoco antisionista, y respeto la adhesión ideológica —que es casi de fervor místico— que le tributa mi amigo a la tierra que lo albergó como profesionista destacado.
Sin embargo, no comulgo con las ideas bélicas de Benjamín Netanyahu, ni con demonizar al enemigo, y menos aún con atentar contra pueblos enteros sin comprender que la empatía humana no distingue creencias ni entiende de políticas, y que, como dice Serrat, “la gente va muy bien para decir que sí, para decir amén. Conozco a esos plebeyos y soy uno de ellos”.
El infierno, por todos tan temido, es un lugar sin límites.
También el Edén en un lugar sin límites, pero los mandatarios sionistas han preferido lo primero.
Como el resto del mundo, la gente de Nuevo León, por muy lejos que estemos de las megalópolis de Tel Aviv y Teherán, seremos también víctimas de esa masacre anunciada, que ya tiene visos de Apocalipsis.
- No sólo seremos víctimas porque Irán bloquee el Estrecho de Ormuz, por donde pasa la cuarta parte del combustible global.
- No sólo seremos víctimas porque el complejo industrial de armamento es el único que gana en estos escenarios tan tétricos.
- No sólo seremos víctimas porque los mercados mundiales se desploman y la vida en Monterrey, como en cualquier parte del mundo, se encarecerá en sus productos básicos.
- No sólo seremos víctimas porque los ataques nucleares, además de su gravedad implícita, desvían el ojo mediático a los conflictos domésticos y al crimen organizado que flagela a nuestro país.
La gente de Nuevo León, la que vivimos en nuestro suelo norestense y la que migró a Tel Aviv o a Teherán en busca de otro destino personal, somos víctimas de la degradación humana que, sin excepción, provoca la guerra.
Dejamos de ser seres humanos para convertirnos en bestias.
No sé cuál sea el paradero de mi amigo oncólogo del Tel Aviv Sourasky Medical Center.
Perdí comunicación con él.
No sé cuál sea la suerte de mis demás amigos que migraron a esas tierras hoy sumidas en el terror del infierno.
Ojalá estén a salvo en un refugio antinuclear o hayan alcanzado a guarecerse en zonas más seguras.