Drácula (Dracula: A Love Tale/ Inglaterra, Francia/ 2025)
El director francés Luc Besson nos da en este 2025 su versión de Drácula el vampiro que se interna en la modernidad del mundo para buscar la reencarnación de su amada esposa muerta hace siglos atrás.
En el filme, Drácula (Caleb Landry Jones) condenado por Dios a ser el muerto viviente que se alimenta de sangre es todo un giro a la leyenda, una víctima de castigo divino, inmortal y obligado a sufrir eternamente la muerte de su amada y su rechazo a Dios.
Aquí entra en escena el padre (Christoph Waltz) cuya congregación lleva también siglos buscando vampiros y buscando la raíz del mal hasta que el director de un hospital psiquiátrico (Guillaume de Tonquédec) lo pone frente a María una vampiro que ha descubierto la reencarnación de la esposa de Drácula en Mina (Zoë Bleu) y de esas coincidencias cinematográficas el prometido de Mina, Jonathan Harker (Ewens Abid) aparece en el castillo de Drácula en Rumanía para iniciar la trama.
Luc Besson como artesano cinematográfico ha sido siempre un individuo a manejar con pinzas y la verdad la gran mayoría de sus películas no me han gustado (Valerian y La Ciudad de los Mil Planetas, Lucy, El 5º Elemento) y otras mas sí me han gustado (León: El Profesional, La Femme Nikita y como productor ha tenido mejores resultados con la trilogía de Taken y la trilogía del Transportador.
Ahora Besson quiere verse ecléctico y estiloso, sobre todo que su Drácula sale a la sombra de la impresionante Nosferatu que no es Drácula, tanto como este Drácula se aleja del material de origen de su autor Bram Stocker.
Tratando de verse original el realizador opta por bastantes cambios a la idea original con el vampiro condenado por Dios, no Drácula yéndose al lado del diablo y detalles como mover a París los eventos de la historia.
Este es un Drácula mas vivo que muerto y que para sorprender mas, no vive en un castillo lúgubre a oscuras, sino uno brillante, plenamente iluminado y nada decadente sino cuidado y mantenido ya durante siglos a su viejo esplendor.
Drácula tiene un trasfondo histórico y sí, realmente Vlad Draconis Señor de Valaquia fue el que frenó al Imperio Otomano y se distinguía por su crueldad y su lealtad a la fe cristiana.
Pero luego regresamos a la parte donde la sustancia rebasa a la forma con un Drácula vagando por los siglos en las cortes de Europa y países de Asia.
Inclusive Besson pide mucho a Perfume: La Historia de un Asesino (2006) con todo y esencia elevada al máximo para dominar los sentidos de las mujeres, contradiciéndose a lo que se supone es Drácula como un hipnótico seductor.
Drácula como trotamundos hace que se vaya perdiendo la mística del vampiro buscando que el público le de la redención al ser nocturno porque se nos insiste una y otra vez, Dios ha sido cruel con él.
Sí, Drácula como filme es tremendamente antirreligioso al pintar el castigo del vampiro como proveniente de la mano de Dios, donde ni el agua bendita, ni el crucifijo frenan al ente, por lo tanto no hay templo, iglesia o fe cristiana que pueda frenar la entrada del monstruo.
Es mas, en esta versión ni siquiera la luz del sol lo detiene a pesar de que al principio María la vampiro es quemada al ser expuesta al sol.
Sucesivamente la llegada de Drácula a París, su cortejo con Mina y el renacimiento de la esposa en la mujer son vistos con tal velocidad luego de una dosis, casi aburrida, de Drácula vagando por su castillo y mostrando que sus amigos son las gárgolas de los muros (con pésimos efectos especiales).
Eso y que a la larga no convence Caleb Landy Jones y su Drácula como el galán que va a conquistar a Mina. No hay mucha química que digamos entre Jones y su coestelar Zoë Bleu.
De repente la película se convierte en un Gran Guiñol de cuerpos volando por los aires, extras de la película siendo masacrados sin ton ni son, bombardeos feroces y tenemos a John Wick del siglo 19 de pilón.
El problema principal aquí es que la película estéticamente hablando es casi impecable, sólo que se desboca en un momento y Besson como director no frena ese frenesí que busca hacer eco del amor desbocado entre Drácula y Mina.