El anacronismo armado: Cuba, Venezuela y la negación del siglo XXI
El conflicto inequívoco que opone al eje Cuba-Venezuela contra gran parte del mundo no es solo una disputa ideológica sobre la izquierda o la derecha, es la colisión frontal de un anacronismo geopolítico que insiste tercamente en negar la realidad material del siglo XXI.
El régimen cubano, que en su momento instrumentalizó el materialismo dialéctico para justificar el cambio revolucionario, hoy traiciona su propia doctrina al paralizar la historia, obligando a su población a vivir bajo un modelo político y económico que ya ha demostrado ser inviable.
La realidad se mueve sobre la contradicción y anularla solo conduce a una dictadura sobre todo en los regímenes de partido único.
La esencia de esta terquedad reside en un profundo error de cálculo ideológico.
El materialismo dialéctico exige que la Base Material (la economía, las fuerzas productivas) impulse el cambio de la Superestructura(el gobierno, las leyes).
Sin embargo, La Habana y Caracas invierten esta lógica, obligan a sus economías, basadas en la planificación centralizada y la dependencia de commodities, a someterse a una ideología rígida y congelada en los postulados de la Guerra Fría.
Esta negativa a adaptarse al mundo globalizado, digital e impulsado por la inversión privada conduce al aniquilamiento económico, que se manifiesta en la hiperinflación y la ausencia de una economía digital funcional.
Esta es la primera y más brutal manifestación de la Terca Realidad.
El Escudo Geopolítico de la Ficción.
Este anacronismo armado solo sobrevive gracias a la alianza pragmática entre Cuba y Venezuela.
El régimen de Nicolás Maduro, heredero de una revolución que prometió democracia pero viró hacia un dictador de facto, se ha convertido en el soporte material (petrolero y financiero) para Cuba.
A cambio, Cuba brinda el know-how de inteligencia y seguridad para sofocar cualquier atisbo de dialéctica política o pluralidad interna en Venezuela, incluyendo el control de la infraestructura digital y la vigilancia cibernética.
Maduro basa su permanencia en una ficción electoral, una narrativa oficial que debe ser creída a pesar de la manipulación de actas y la descalificación sistemática de opositores.
Esta ficción, sin embargo, es constantemente desafiada por la Terca Realidad externa.
El cerco militar marítimo y las sanciones de los EE. UU. son la materialización de la presión económica y de seguridad que busca quebrar ese eje, lo que ha provocado el fenómeno de la migración forzada más grande de la historia reciente de Latinoamérica.
El Reconocimiento como Antítesis Inevitable.
Los premios de alto reconocimiento internacional nunca han sido neutrales, y rodean a sus destinatarios de un halo de intelectualidad y legitimidad que les abre los micrófonos y la atención del mundo.
Es en este punto donde la distinción global conferida a María Corina Machado se convierte en el mecanismo de Poder Blando que introduce una Antítesis Moral al sistema.
Si los regímenes basan su legitimidad en una mentira electoral, el reconocimiento a la líder opositora actúa como una validación moral internacional de la verdad percibida por los ciudadanos: que la elección fue un fraude y que la oposición es la voz legítima del cambio.
Este impulso no es solo un acto humanitario; es la imposición de una Terca Realidad Moral sobre la ficción política, buscando legitimar a la oposición y aumentar el aislamiento del régimen de facto en el tablero de la opinión pública global.
En la era de la inmediatez mediática, esta validación se convierte en una herramienta crítica para movilizar la ayuda internacional y mantener la presión.
Esta presión desata la ferocidad de las “izquierdas progresistas” globales, quienes reaccionan virulentamente no ante la verificación de los hechos (el colapso económico o la manipulación), sino ante el desafío a su narrativa ideológica preferida.
Se refugian en la defensa de una causa por fidelidad política, sustituyendo la crítica dialéctica por un moralismo polarizante que se niega a aceptar que la izquierda no democrática ha fallado históricamente.
El Juicio Final de la Historia.
La terquedad ideológica del eje Cuba-Venezuela es, en esencia, la negativa a aceptar que el cambio es inevitable.
Al oponerse a la necesaria adaptación económica y política, están declarando el fin de la historia dentro de sus fronteras.
Intentan detener la dialéctica política anulando la pluralidad y rechazando cualquier nueva Síntesis que no sea la continuidad del partido en el poder.
No obstante, la Terca Realidad no puede ser evadida indefinidamente.
El colapso económico, la migración masiva y la presión moral global no son meros efectos; son la Base Material que se rebela con violencia contra la Superestructura congelada.
La historia, traicionada por sus propios fundamentos, exige una corrección.
La Síntesis futura deberá ser la reinstauración de la pluralidad, la economía de mercado funcional y la conexión al ecosistema digital global.
El conflicto de estos regímenes con el siglo XXI no es una disputa política; es una deuda histórica.
Como el árbitro supremo, el tiempo garantiza que esta deuda se pagará con creces.