La imagen del Juárez sin migrantes
En paralelo al muro, a pie y en camioneta, transitamos varias veces el Bordo.
Pisamos la orilla sur del río Bravo, a 100 metros del muro con su alambre de púas.
Mis acompañantes relatan que hace un año los bajopuentes estaban repletos de centroamericanos, caribeños, colombianos, mexicanos; que funcionaban unos 35 albergues y los migrantes se ensanchaban por el espacio urbano.
Esa realidad terminó.
La exitosa, despiadada política de Trump le puso fin, quién sabe por cuánto tiempo.
La Oficina de Protección Fronteriza presume mes a mes mínimos históricos de detenciones.
Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, expectora sin misericordia que es “la frontera más segura que jamás haya habido”.
Del lado estadunidense del muro apenas se mueven unas grúas y camiones en obras de reforzamiento del hoy insuperable obstáculo.
Vuela cada tanto un helicóptero, ronda una tanqueta.
Pero no hay jóvenes tratando de trepar, desesperados intentándolo por los túneles, coyotes.
Nada de nada. No sé si lo que veo sea bueno para Juárez.
