El riesgo de pensar en un mundo políticamente correcto

Ernesto Cerda DETONA aquí: La toma de la sociedad en un ambiente de pensamiento único... anticipa la muerte de las humanidades y sobre todo de la libertad.

La toma de la sociedad, universidades y los medios de comunicación en un ambiente de pensamiento único, polarización, no supone un problema accidental, sino que anticipa la muerte de las humanidades y sobre todo de la libertad.

Opinar siempre es arriesgar una conjetura o hipótesis más o menos estimable.

En la antigüedad se opuso el conocimiento a opinión, no tanto como términos simplemente antagónicos, sino como fases de un mismo proceso que, partiendo de un estado transitorio, culminaría la opinión, idealmente en una verdad perdurable en un lapso de tiempo y espacio.

Solo rebasando el límite de lo fijado o previsto, superando la capacidad intelectual o emocional en el análisis de los hechos, teorías y acontecimientos y conseguir desbordar las expectativas.

Por sobrepasar la capacidad intelectual o emocional de los conocimientos y paradigmas del momento, se crea una opinión para desarrollar un conocimiento reflexivo y consecuente, que puede más tarde que temprano superar ese riesgo y conseguir una parte de la verdad.

Desde los tiempos pasados, el que manifiesta y exterioriza una opinión que formula, una hipótesis, un conocimiento o una idea, primero, se arriesga al error y se expone a la crítica y la oposición de una opinión contraria, pero en sistema de verdades absolutas corre riesgos mayores.

En asuntos de la naturaleza humana, no hay posiciones inatacables o indiscutibles y estos saberes son las formas en las que se exteriorizan y objetivan los aprendizajes logrados y los conocimientos construidos, que poseen una naturaleza necesariamente dialéctica en el sentido que le daba Heráclito: “Todo fluye, todo cambia, nada permanece” 

Una cuestión cognitiva, conocedora, versada de evidentes corolarios, principios, axiomas reglas y hasta leyes de carácter político y de poder (leer Kratología), estriba en determinar la posibilidad de un conocimiento estricto, en incluir elementos de todos los aspectos de la naturaleza humana, que ubica en el centro de sus investigaciones, las razones, pasiones, esperanzas y sentimientos del ser humano.

Indudablemente, las opiniones pueden resultar sobresalientes o detestables y peor fundadas, condenadas a estar sin alcanzar la forma plena el proceso de búsqueda de la verdad y solo admitirán grados diversos de validez si se acomodan al poder que representan.

En nuestro presente, por todo el mundo sin excluir a México, se impone por medios políticos pacíficos y/o violentos, una presunta verdad definitiva e irreversible que no lo es, se pretenderá construir una verdad carente de estructura de lo que se considera lo que es  inatacable de un teorema.

Por mandato.

A que erige en verdades absolutas e inmunes unas u otras posiciones políticas o culturales, inhibiendo la dialéctica del devenir, nos encontramos en constante movimiento y por tanto nada volverá a ser como antes. 

Tomar por conclusiones científicas inexpugnables lo que podrían no ser más que posiciones transitorias, socialmente hegemónicas, solo como expresión de la opinión dominante.

La imposición como verdades absolutas de cuestiones opinables destruye la dialéctica yaniquila el nervio el espíritu vivo de una sociedad democrática, porque sea lo que sea, aun con sus deficiencias, la democracia se encuentra como un proceso que no está al margen de la dialéctica del cambio.

Tomar y sostener el criterio de “ser mayoría” no guarda ninguna relación con la razón para dar una respuesta como correcta o equivocada.

El criterio de verdad solo estará respaldado en nociones racionales como causa-efecto, hipótesis experimentación y comprobación.

Imponer por decreto la verdad es elevar la voz para manifestar: “Yo, el Estado, soy la verdad”, “Se acabó la corrupción”, “Yo, el Mercado, soy la verdad” o “Yo, el movimiento o partido, somos la voz y verdad de la Sociedad”.

Especialmente el poder ejecutivo del Estado siempre tiende a caer en esa tentación, tanto más en momentos de intensa polarización como el que actualmente advierte y padece la sociedad.

En esta situación, la actividad de opinar en contra del sistema resulta no sólo en la expresión epistemológicamente, de conocimiento, y futuros posibles.

El estar CONTRA el Estado, el partido en el poder o su líder, no solo es políticamente temeraria, si no que se ve arriesgado su bienestar personal. 

¿En esta situación la vida democrática de la sociedad se encuentra en un estado agónico y terminal?
Ernesto Pompeyo Cerda Serna

Contador Público y Auditor. Socio del Despacho D. E. C.  y Miembro del Despacho Internacional PKF North American. Autor de los libros. Adiccionario Político. Kratologia. Literatura y Poder.