Los siete templos veniales

A las doce del medio día convocamos. Abrir la expedición por el primer cuadro de la ciudad metropolitana.

Por fuera del Mercado Juárez, en la esquina de Aramberri y Guerrero.

Tenemos tres horas para visitar siete templos de la perdición etílica.

• Aciaga la urbe se disfruta.
• Ha vuelto el fresco.
• La comuna de creyentes con sus palmas, dolidos, también viajan en tropel. La organización incluye alimentos de jamón con pan de caja, refrescos y el rosario de cuentas negras.

1. Nosotros, los disidentes del alma y de la serenidad, en la primera estación. Dos meseras y el despachador con rostro de flojera. Hasta la rockola suena bajito. Deben respetar a los dolientes.
2. Al lado, la segunda estación es diferente. El vallenato norestense, con músicos en vivo, montan la famosa cumbia Satanás. Le piden por la mujer amorosa y fiel. La abnegada, quien hasta la cruz siguió a su hijo.
3. En el tercer galerón hasta la cerveza es de la competencia. Eso sí: helada a punto de congelación. Los videos en las pantallas con las películas de la televisión satelital.
4. Para la cuarta estación, el disimulado centro cultural y de pinturas, los frontispicios internos del local. Antes se vendió pulque, sotol y mariguana. Solo les quedó la fama.
5. Dos de la tarde. La quinta estación es una lonchería habilitada a restaurante. Con luz blanca a toda hora. Climatizada. Los precios económicos de la zona se mantienen. Una y pasajera.
6. La sexta y séptima están hermanadas. Una cuadra con vallenato y la siguiente de carácter punk. Dos minutos antes de las tres, las campanas llaman a muerto.

De regreso al hogar. Ni siquiera los chamizos del desierto ocurren.

La sobriedad en los templos veniales, es la mejor diversión, para los rostros transfigurados, de los desesperanzados oblicuos de esta ciudad.