No hay lugar para los débiles
Las cuchichearon.
Debían dirimir sus diferencias a la salida de clase. En medio de un campo de tierra. Se encontraron la una frente a la otra. Con los celulares comenzaron a grabarlas.
En tiempo real las redes sociales mostraron el encontronazo.
Jalones de cabello, algunos golpes contusos. Mucha adrenalina para quienes son el sexo débil. Demostrar la fiereza.
Ninguno de sus compañeros de aula o de escuela intervinieron para detener la disputa.
En el audio la gresca sube de intensidad. Cada una de las escenas es demoledora. Ninguna cede. Va en los puñetazos el honor de su nombre y apellido.
Hay sangre, polvo y adrenalina. El bulín lleva hasta el filo del abismo. Se comportaron como bestias salvajes.
Ahora una de ellas ha fallecido a consecuencia de la reyerta. Las autoridades escolares buscan matizar. Lo hicieron fuera de la escuela. Dentro de las aulas se gestó el asesinato.
Ambas menores de edad. En una ya están marcadas sus manos con la sangre de la difunta.
El bulin mata. No solo con palabras. Llega a las manos, hierve la sangre. Hay una familia velando a su hija en una funeraria. La otra implicada detenida en el tutelar para menores.
Explicar la infausta resolución a los estudiantes, implica desde los trabajadores sociales, los psicólogos y por supuestos, a los padres de familia.
Enseñarles como dictaba el canon, la reprensión física. A respetar la disidencia y a ignorar la carrilla. Luego, como siempre, a llorar y confortar a los familiares.