Opinión

“Prohibido prohibir”: la desgracia de la censura

Carlos Chavarría DETONA® La censura y la prohibición de ideas, proclamas y, en general, de toda acción contraria al status quonormalizado por el poder, han acompañado a la humanidad desde sus orígenes y muy seguramente continuarán así.
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El poder es dominio e influencia; en tal sentido, el poder está presente en todo grupo humano, desde la familia hasta las ciudades, y en todo tipo de organización, sean públicas o privadas. La censura, por tanto, siempre está presente. 

 Todas las nuevas ideas, iniciativas de cambio del estado de las cosas y toda crítica especulativa han tenido que salir adelante contra la censura y la demonización de los pensadores proponentes. La censura y la represión son primas hermanas; su diferencia es solo cuestión de grado.

 

La Paradoja del Engrandecimiento por la Prohibición

 La censura es un error del poder porque prohibir a discreción toda expresión de crítica y de cambio obtiene como resultado su engrandecimiento. 

Paradójicamente, la censura a menudo magnifica aquello que intenta suprimir, muchos pensadores hubieran pasado sin pena ni gloria si el poder no los hubiera señalado como sus enemigos.

 Al etiquetar ciertas ideas o individuos como "peligrosos", el poder, sin darse cuenta, les confiere una importancia y una atención que de otro modo no habrían alcanzado.

Este fenómeno, conocido informalmente como el efecto Streisand, demuestra cómo el intento de ocultar o suprimir información solo sirve para darle más publicidad y relevancia, empujando a la disidencia, a menudo, a la clandestinidad, donde puede radicalizarse y fortalecerse (MacKinnon, 2012).

La forma en que se manifiesta la censura es tan variada como los instrumentos que posee el poder para tratar de detener todo cambio, y van desde lo más venial, como el envío de un mensaje soterrado de enojo, hasta el uso de la violencia descarnada. 

 En México, en la época del viejo PRI, existía un área dentro de la Secretaría de Gobernación que se encargaba incluso de sacar del aire aquellas señales consideradas no apropiadas para el gobierno.

Asimismo, se censuraba mediante el abastecimiento del papel periódico; así, todos los medios de comunicación tenían que hacer muchas maniobras para sus publicaciones (Monsiváis, 2000).

Censura vs. Regulación: Una Línea Difusa en la Democracia.

Si bien la censura puede tener usos compatibles con un orden democrático, como, por ejemplo, para la protección de los menores de edad o para resguardar los intereses militares del Estado, en general, la censura es criticada en las sociedades democráticas y liberales.

 Es crucial diferenciar estas regulaciones legítimas –diseñadas para proteger derechos de terceros o la seguridad pública bajo un marco legal y con supervisión judicial– de la censura arbitraria que busca mantener el statu quo. Sin embargo, es un camino resbaladizo; incluso estas regulaciones, si no se manejan con extremo cuidado, pueden derivar fácilmente en silenciamiento selectivo o persecución política (Dworkin, 1977). 

 

A lo largo de la historia, muchos artistas y pensadores han padecido la censura de sus obras, debido a que la moral de época no toleraba sus expresiones artísticas e intelectuales o las consideraba peligrosas.

Escritores como el marqués de Sade (1740-1814) y Oscar Wilde (1854-1900), por ejemplo, vieron a menudo sus obras censuradas o prohibidas, y ellos mismos fueron castigados con el manicomio (Sade) o la prisión (Wilde).

Más recientemente, el autor de origen indio Salman Rushdie (1947-) fue perseguido y censurado por las autoridades musulmanas de distintos países, luego de que en 1988 se publicara su cuarta novela, Los versos satánicos, considerada blasfema, prohibida y quemada públicamente.

 En la actualidad, la mayoría de los países democráticos contemplan en sus textos constitucionales la libertad de expresión, que además está consagrada en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948 (Naciones Unidas, 1948).

La Censura desde la Perspectiva de Foucault: Control del Discurso y la Verdad

 La relación entre Foucault y la censura se entiende mejor a través de su análisis del poder y cómo este se manifiesta en las relaciones sociales, incluyendo la producción y circulación del conocimiento.

Foucault no ve la censura como una simple prohibición, sino como una estrategia más amplia del poder para controlar y moldear la verdad y el discurso.

Foucault argumenta que la verdad no es algo objetivo que se descubre, sino que se produce a través de discursos y prácticas específicas. La censura, por lo tanto, juega un papel crucial en la definición de lo que se considera verdadero y falso (Foucault, 1980).

 Desde esta óptica, el poder no solo prohíbe, sino que produce discursos y verdades, creando un "régimen de verdad" que moldea lo que se puede decir y pensar. Además, esta perspectiva también nos lleva a considerar la autocensura, donde los individuos internalizan las normas y límites impuestos por el poder y se regulan a sí mismos, anticipando y evitando expresar ideas que podrían ser consideradas transgresoras (Foucault, 1980).

Basta revisar cualquier conferencia de prensa para atestiguar cómo la censura es un dictamen de la verdad de todo régimen de poder en sus circunstancias políticas.

Toda narrativa diseñada y emitida desde el poder es una censura tácita.

La Censura: Un Absurdo Demencial con Consecuencias Devastadoras

 La censura es un absurdo demencial. Veamos el caso de Nicaragua, Cuba y todos los países autoconsiderados “progres”, así como buena parte de los que se asumen como democráticos y liberales en el sentido occidental, pero esconden rasgos ideológicos que se contraponen con la realidad del análisis histórico del mundo actual.

 En Nicaragua, por ejemplo, la censura se manifiesta en el control férreo de los medios de comunicación, la represión de protestas y la criminalización de la disidencia.

Ese país prefirió quitarle la ciudadanía a todos los opositores y condenarlos al exilio antes que aceptar cualquier cambio en su régimen de gobernación. 

Demencial porque repiten el error de los Marcos en Filipinas, para construir como alternativa una nueva monarquía familiar gobernante y vitalicia.

Estos regímenes prefieren condenar a sus habitantes a la pobreza y el aislamiento en aras de sacar adelante sus paradójicos esfuerzos por alcanzar mayores niveles de bienestar, pero sin deponer sus extrañas teorías sobre economía política que a todas luces son inefectivas.

 En estos tiempos, donde la esquizofrenia política parece estar de moda y muchos anhelan regresiones al pasado, la censura ha resurgido con un prestigio alarmante entre los nuevos líderes del mundo.

Algunos desean reinstaurar la diplomacia del garrote y la zanahoria, otros fantasean con una nueva Guerra Fría, y no faltan quienes, desde sus "muy sanos y eficientes señoríos feudales", creen tener la respuesta para todo. Son los nuevos monarcas, quienes, por más que intenten asear sus castillos imperiales, no logran quitar el rancio olor del autoritarismo.

Cada quien escoge su refugio en una historia que buscan repetir, mal aconsejados por sus cortes de aduladores y con una flagrante falta de creatividad.

Esta carencia intelectual es, precisamente, la que despierta la censura y la represión como primeros recursos de convencimiento y valoración.

El que censura se deshonra a sí mismo.

Finalmente, la verdad es imparable, y la historia de la civilización nos ofrece incontables ejemplos. Quien recurre a la censura demuestra una pobreza de recursos intelectuales para debatir, concluyendo así que es mejor prohibir la expresión y la exploración de pensamientos e ideas diferentes.

Censurar es buscar el dogmatismo y aniquilar el pensamiento crítico. Por ello, es frecuente y lamentable percatarnos de las diversas formas de adoctrinamiento instaladas en la educaciòn y los programas de comunicación oficiales que refuerzan la sumisión contra la innovación y el cambio.

No podemos esconder los riesgos que enfrentaremos en la nueva era digital, donde se formulan realidades virtuales y donde los dueños del medio físico de comunicación y el mensaje no coinciden.

Esta disociación inevitablemente pondrá en conflicto a los usuarios con los amos de la web.

Ante esos problemas potenciales, no podremos recurrir ni esperar que otros poderes imperantes aseguren la transparencia e independencia de las redes de datos, más aún frente al descomunal fraude intelectual que ocultan los algoritmos de redes neuronales.

En este escenario, el único recurso defensivo será el no uso de aquellos nodos de las redes que violentan los términos de respeto indispensable para la data humana.
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