Sheinbaum se aplaude
Claudia Sheinbaum es la principal promotora, porrista y aplaudidora de Claudia Sheinbaum.
Los logros son suyos y los magnifica, los fallos son ajenos, mentiras o realmente no son para tanto.
Le gustan los comunicadores (no merecen ser llamados periodistas) que le lanzan preguntas suaves con elogio explícito y de ellos están rebosantes sus monólogos mañaneros en que, por supuesto, siempre descubre más motivos para ensalzarse a sí misma.
La otrora profesora de la UNAM sigue dictando cátedra a un auditorio cautivo.
Con esa hablar soso y plano no deja de presumir su extraordinaria labor y de corregir con petulancia a los pocos que osan cuestionarla entre su selecto auditorio o de contestar a los críticos externos a quienes no se cansa de denostar y que nunca recibirán derecho de réplica.
En su último informe de gobierno, en medio de un país que se desplomaba, José López Portillo buscó infructuosamente la redención histórica.
Dijo que diría “… la verdad, la mía, es mi obligación pero también mi derecho”.
Así ejerce su sucesora, apenas con un año en el cargo, la que también cree su prerrogativa, el problema es que para ella no se trata de su verdad, sino la verdad.
Ya superó incluso a un hombre tan pagado de sí mismo como López Portillo; imposible adivinar lo que será su soberbia en el cierre de su mandato.
No le basta a la presidenta el podio mañanero para presentar su realidad a la nación.
Como su padre político (y quien sigue mandando) ha desarrollado el gusto por los falsos baños de pueblo, sin el carisma necesario para despertar el entusiasmo popular, renta multitudes. Al cabo ella no paga.
No habrá dinero para medicamentos, hospitales o taponear baches, pero nunca escasea para los camiones que traerán a quienes realmente no la escucharán pero sí aplaudirán mecánicamente.
Dada la impresionante capacidad que tiene para el autoengaño, igual ya se convenció que esa masa de personas, temporalmente compradas, la adoran.
Como la manifestación multitudinaria del Zócalo, así Sheinbaum construye, o hace que le construyan, los escenarios a modo, esas aldeas Potemkin que la zarina mexicana atraviesa y contempla con enorme satisfacción.
Recibe al Comité Eureka pero desdeña a las madres buscadoras; dice que México es el paraíso de las inversiones pero alega que se exagera sobre la corrupción y crímenes como extorsión y asesinatos.
Ante los empresarios del Foro Económico Mundial presentó esa tierra de la fantasía, sabiendo que la aplaudirían sin cuestionarla, aunque también debería saber que la gran mayoría no arriesgará un dólar en un país cuyo gobierno ya destruyó al Poder Judicial y ahora está enfocado en dinamitar el amparo como mecanismo de protección ante actos de autoridad.
Ya tiene un repertorio de respuestas preparado ante cualquier eventualidad: no sabe, no se le ha informado, ya se investigará o es culpa de otros (como esas farmacéuticas que no reparten medicamentos).
Defiende con denuedo a los corruptos que pululan a su alrededor, en los hechos certificando su impunidad y dando luz verde para que siga la robadera.
Ya aprendió que el más lacerante escándalo de hoy será apenas un murmullo mañana y se habrá olvidado por completo la semana entrante, cuando otra tragedia ocupará con la misma existencia efímera los titulares.
Los mexicanos hace mucho que perdieron la capacidad para el asombro ante los hechos más desgarradores y la titular del Ejecutivo lo sabe.