Víctor González Torres: Un héroe nacional
Sin lugar a dudas, uno de los hombres que mayor beneficio le ha traído a este gran país llamado México, durante el último medio siglo, es Don Víctor González Torres, por haber introducido los medicamentos similares a nuestra sociedad.
Recuerdo muy bien, hace 33 años, cuando inicié la carrera de Medicina, que a los pacientes que no tenían seguridad social, sobre todo en el Hospital General de México, fundado por Porfirio Díaz, teníamos que recetarles medicamentos de marca, y como éstos tenían la patente internacional, eran sumamente caros, como por ejemplo:
El omeprazol, que en esa época, por la misma patentabilidad descrita, únicamente existía como: Losec; muchos pacientes de aquella institución tenían que conseguir sumas muy elevadas de dinero, y hasta empeñar sus bienes, para poder comprar medicamentos como el Losec, y poder ser tratados de una gastritis ulcerosa.
Pero gracias a la iniciativa de Víctor González Torres, todos los medicamentos de marca, cuando vencen sus patentes, pueden ya fabricarse como similares, incluyendo al omeprazol, que en la actualidad como tal cuesta menos de un peso cada cápsula de 20 miligramos; posteriormente, y sí fue así, surgieron los medicamentos genéricos, pero, repito, gracias a la iniciativa de Don Víctor.
Recuerdo también, cuando empezó a comercializar los medicamentos similares en sus farmacias, Víctor González Torres era entrevistado en programas noticiosos, con esa tendencia provocativa y tendenciosa que tienen algunos reporteros y comunicadores hasta ahora, sobre la eficacia de dichos medicamentos, y les respondía con gran sabiduría y astucia: son las mismas sales.
Por eso escribo sobre el heroísmo nacional de de Don Víctor, y del gran ejemplo que significa, no sólo introdujo los medicamentos similares al mercado mexicano, y gracias a ello también los medicamentos genéricos, repito, cambió paradigmas, mejoró la economía universal de México, y creó todo un sistema de sanación y curación, como nunca hubiera existido sin él.
Por último, incluyo en el presente ensayo una anécdota personal que me llena de orgullo:
Hace como 10 años tuve la oportunidad de saludar a Don Víctor González Torres, caminando en las calles de Polanco, en la Alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, a él lo acompañaban cuatro elementos de escolta y dos muchachas muy atractivas, le pedí permiso a los dos elementos de seguridad que iban al frente para saludar a Don Víctor, presentándome previamente como médico, me autorizaron acercarme y le dije:
- "Es un honor conocerlo, soy el Dr. Halabe"
Y me contestó, viéndome directamente a los ojos, y con su sonrisa entrañable:
- "El honor es mío, Doctor".