Adultos en práctica profesional
Bienvenido: ya eres un intento de adulto funcional.
Ser adulto en estos tiempos es como jugar Jenga con facturas, ansiedad y loncheras de tupper: todo se sostiene, pero nadie sabe cómo.
Entre pagar la luz, cuidar la salud mental y sobrevivir al tráfico de Venustiano Carranza, uno entiende que crecer no era tener libertad… era tener pendientes.
Y no importa si trabajas en oficina, en tu negocio o en el changarro familiar: todos estamos igual, sobreviviendo con café, pendientes y una fe casi religiosa en que “el siguiente mes estará más tranquilo”. (Spoiler: nunca lo está).
Los veintitantos y treintaitantos son esa etapa rara donde ya no aguantas el antro, pero tampoco las juntas de las 8:00 am.
Donde las rodillas truenan más que antes, y los domingos se dedican a lavar ropa, mealprep y fingir que el lunes no existe.
Antes soñábamos con ser “gente estable”.
Hoy ser estable significa tener internet, plantas vivas y suficiente saldo para el streaming.
La madurez ya no se mide en años, sino en tazas de café, recibos pagados y veces que dijiste “mejor no, por salud mental”.
- Queríamos independencia y ahora queremos una siesta.
- Queríamos libertad y ahora rogamos por home office.
- Queríamos éxito y terminamos celebrando cuando nos sobra algo de tiempo para una cena con amigos o un hike el fin de semana.
Nos volvimos expertos en hacer como que todo está en orden.
Decimos “ando full” o “ando tranqui” como si la vida tuviera que estar bajo control, cuando en realidad solo estamos haciendo lo mejor que podemos.
Y eso está perfecto.
Porque la adultez no se trata de tener todas las respuestas, sino de encontrarle ritmo al caos.
De aprender a respirar entre pendientes, reírte de lo absurdo y seguir caminando sin tanta prisa.
Y, la neta, lo hacemos bien.
Despertamos, trabajamos, cuidamos lo nuestro, ayudamos siempre que se puede y seguimos adelante, aunque a veces falte sueño o sobre incertidumbre.
Eso, en estos tiempos, ya es bastante.
Así que, si hoy te sientes cansado, confundido o un poco fuera de lugar, tranquilo: todos hemos estado ahí.
Ser adulto no era tenerlo todo claro, era aprender a estar en paz con no saberlo todo.
En fin…
Somos la generación que sobrevivió al 2000, al 2012 y al “fin del mundo maya”; a los tazos, al Internet de Infinitum, al Metroflog y a Messenger; a la secundaria sin clima, al calorón con uniforme de poliéster y a los profes que decían “no van a poder llevarcalculadora al trabajo”, y aquí estamos, viviendo del Excel.
Sobrevivimos al Facebook con indirectas, a los tuits existenciales de 2013, a la pandemia con Zoom y pants, al ex que se casó antes que tú y al recibo de CFE en julio.
Aprendimos a trabajar desde el carro, a pagar el SAT por fe y en algunos casos hasta a celebrar cuando el agua vuelve después de tres días.
No lo tenemos todo, pero seguimos disfrutando con café, con humor y con ganas de que mañana amanezca tantito más tranquilo o por lo menos más divertido.
