El joven suicida de Uruapan y el perdón
Se lo digo al fiscal de Michoacán, Carlos Torres, tras escuchar su narrativa y descriptiva de los hechos.
“Así es”, responde.
“Lamentablemente, hay muchos jóvenes, muchos adolescentes, que son usados por la delincuencia organizada en acciones de esas características y dinámicas similares”.
Víctor Manuel sabría que el alcalde Manzo tenía escolta.
Y operó.
Quizá por dinero para los suyos, quizá porque los criminales no le dejaron alternativa.
Tal vez con la consciencia de que su probabilidad de escapar rayaba el cero o con los estados alterados por las metanfetaminas.
Qué más da.
El guión era básico: presentarse y disparar, lo demás dependería de Dios, con suerte extrema sería Mario Aburto.
¿Habrá tenido una vez en sus 17 años la gloria de ser libre y optar por hacer el mal?
Ayer hablamos aquí de un joven de 21 años desaparecido en Mazatlán.
Hoy, de un sicario suicida adolescente, famoso sólo por haber matado a quien mató.
Alguien tendría que comenzar a pedirle perdón a los jóvenes mexicanos, a los que tienen y no opción entre hacer el bien y el mal.
