"Amar a NL"

Mariana Rodríguez fue un factor fundamental en el triunfo de Samuel García, sin ella no gana, pero una cosa es la campaña y otra muy diferente el gobierno.

Replicar la campaña en el ejercicio de gobierno y la administración pública es una equivocación: Samuel Alejandro ya le puso casa a Mariana, ahora le pone oficina.

Y la arriesga o le da un poder que ninguna esposa en la historia política de las gubernaturas en Nuevo León tuvo.

“Amar a Nuevo León” –lo pragmático envuelto en cursilería– podría convertirse en una nueva versión del efecto “Humberto Medina Ainslie” del sexenio de Rodrigo.

Samuel Alejandro no es ningún apocado...

...como lo fue Medina de la Cruz y, por ningún motivo, dejará que su padre, Samuel Orlando García Mascorro, se entremeta en su gobierno como lo hicieron con Rodrigo… pero ahí está Mariana.

Si el puesto de Mariana, o de posibles subalternos, no son honorarios y ella ejerce presupuesto, caerá en la figura de nepotismo.

Si la responsabilidad pública de Mariana no cae en el nepotismo, bien caería en el influyentismo o en el tráfico de influencias porque, dixit, «el ser presidenta Honoraria del DIF es un puesto muy tradicional que se le designa a la esposa del gobernador, como para darle algo, y yo creo que tengo más capacidad y mucho más que dar que sólo ser la presidenta del DIF. (Mi oficina) va a estar a la par del gobernador”.

¿A la par del gobernador? ¿Algún titular de cualquier dependencia le dirá no a la esposa de Samuel Alejandro?

Desde ahora Samuel Alejandro y su equipo carecen de oficio jurídico, ergo, de oficio político.

Sus adversarios aprovecharán la novatez y lo exhibirán, aunque ejercerán una política de empatía con los ciudadanos.

Mira, Mariana, “Hell is full of good meanings and wishings” o, lo que es lo mismo...

“el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”.
José Jaime Ruiz

Poeta y periodista. Becario fundador del Centro de Escritores de Nuevo León en 1987. Editorialista de Televisa y director de la revista pd (Posdata). Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1989 por “La cicatriz del naipe.”