¿Aplicar la ley es reprimir?
1.
Saben que, al día siguiente, los muros de sus instalaciones aparecerán pintarrajeados con leyendas e insultos que reflejan una gran rabia.
Pero se borran las frases y se pintan las paredes.
A un obispo se le preguntó si no estaba molesto por tal vandalismo, y respondió con gran sabiduría: las tapias pueden ser rehabilitadas de inmediato, pero cómo sanas los corazones de mujeres violadas, acosadas, quebrantadas.
2.
El prelado no justificaba la violencia, que siempre es condenable, pero tendía un comprensivo manto de explicación sobre expresiones de hartazgo a las que debían atender las iglesias, el Estado, los poderes económicos, causantes en muchas ocasiones de agresiones a las mujeres.
Claro que en esas protestas nunca faltan los infiltrados, metidos en el contingente para desvirtuar el sentido de la queja, y pagados por solo-Dios-sabe-quien para sembrar miedo.
Salvo los habituales destrozos, los reclamos femeninos no han causado lesiones de gravedad en personas involucradas.
3.
Pero lo sucedido el pasado dos de octubre, en CdMx, nos debe llamar la atención.
Durante la marcha conmemorativa de la represión que sufrió un mitin pacífico de estudiantes, en 1968, se cometieron actos vandálicos que no tienen una explicación medianamente razonable, y que evidenció la existencia de grupos escondidos en una expresión de denuncia legítima por lo sucedido en Tlatelolco.
Personas encapuchadas embistieron contra policías desarmados, periodistas, comercios, transeúntes e instalaciones públicas.
¡Hasta se arremetió contra el Centro Cultural Universitario Tlatelolco!
4.
Paradójico pues, si el “dos de octubre no se olvida” ha representado la denuncia ante la brutalidad del Estado en contra de los estudiantes, hoy son unos vándalos quienes descargan su furia contra policías armados con escudos de plástico.
No estamos ante gritos de consignas, sino ante la ruptura de vitrales, el incendio de personas y objetos, el saqueo de tiendas y el uso de la violencia como explosión de… ¿qué?
Los verdaderos manifestantes vieron cómo la marcha se vio invisibilizada en sus objetivos, y lo que sucedió aquel dos de octubre sí corre el riesgo de olvidarse.
5.
Pero las naturales molestias ante la falta de respuesta por parte de las autoridades, trajo consigo que ellas, las que están en el poder y siempre culpan a entes como “la derecha”, “nuestros enemigos”, “los conservadores”, sostengan que quienes buscan la aplicación de la ley estén a favor de la represión.
De esta manera, si se exige que el Estado identifique a los delincuentes -porque eso son, no manifestantes-, y que desarticule los grupos violentos aplicando la ley, ¿se estaría clamando por represión en contra de quienes se expresan pacíficamente?
Obvio no.
6.
Muy diferente resultó la reacción de los cuerpos policíacos este pasado martes siete, durante la manifestación ciudadana en favor del pueblo palestino, realizada también en la ciudad capital.
Los agentes del orden decomisaron, a integrantes del ya tristemente célebre “Bloque Negro”, cuchillos, piedras, botellas de vidrio, cohetes y hasta un martillo.
Solo se reportaron cinco personas con lesiones leves, y ni siquiera se detuvo a alguien.
Se aplicó de manera correcta la estrategia de contención.
Queda claro que aplicar la ley no es reprimir.
Qué les costaba.
7. Cierre icónico.
En 1991 escribí un ensayo en el que me preguntaba si estaba viva la naturaleza, y planteaba la necesidad de que a todos los seres vivos -animales, vegetales, ¿y minerales?- se les reconocieran sus derechos.
Algunos colegas calificaron como demencial mi propuesta.
Me alegra enterarme de que las ballenas del Golfo de California acaban de interponer una demanda de amparo como sujetos de derecho, a través de la Asociación Nuestro Futuro, para detener el Proyecto Saguaro, una terminal de gas en Sonora que dañará el ecosistema del Pacífico oriental.