La política como espectáculo: el ciclo de la promesa incumplida en NL
Los micrófonos sustituyen a las instituciones, los reflectores reemplazan a los resultados y los mensajes de redes sociales parecen más importantes que las decisiones que afectan la vida de la gente.
Gobernar se ha convertido en un espectáculo continuo donde el rating puede valer más que la rendición de cuentas.
Y mientras los protagonistas compiten por el aplauso, la ciudadanía sigue esperando el cumplimiento de promesas que se repiten como guion desgastado.
El guion de siempre
Cada ciclo electoral nos promete el mismo libreto: seguridad, movilidad, desarrollo, bienestar.
Cambian los nombres, cambian las siglas, pero el argumento es idéntico.
La diferencia está en la producción: antes se imprimían carteles, hoy se filman videos; antes se hacían mítines, ahora se transmiten historias en vivo.
Pero al final, la política del espectáculo ha desplazado la política de los resultados.
Ejemplo 1: El derroche en publicidad oficial
Un claro síntoma de este espectáculo es el gasto en promoción de imagen estatal.
Durante apenas tres meses de 2025, el gobernador Samuel García y su esposa, la titular de la oficina “Amar a Nuevo León”, Mariana Rodríguez, destinaron cerca de 8.5 millones de pesos para promocionarse en redes sociales (Facebook, Instagram) lo que equivale a casi 100 milpesos diarios en ese periodo.
Otra investigación apunta que el gobierno estatal superó los 627 millones de pesos en promoción de imagen para el 2024, frente a un presupuesto aprobado de 360.7 millones.
Este tipo de gasto promueve más la construcción de marca que la prestación efectiva de servicios públicos.
No se trata de cuestionar la comunicación institucional, sino de alertar que cuando la promoción devora recursos (y atención) se corre el riesgo de vaciar lo esencial: la gobernanza.
Ejemplo 2: El error de cálculo de la Línea 4 del Metro
Por otro lado, la construcción de la Línea 4 del Metro ha sido presentada como parte del gran proyecto de movilidad del gobierno estatal.
Sin embargo, recientemente, el Congreso del Estado ha exigido una revisión técnica urgente de la Línea 4, pues se ha detectado que parte de su estructura invadiría el drenaje pluvial de Monterrey, lo que estaría generando inundaciones en zonas como Gonzalitos, Ruiz Cortines y Constitución.
Este es un claro caso del “gobierno espectáculo”: se anuncia la obra más larga del continente, se muestran visitas con reflectores y declaraciones triunfalistas, pero la planeación técnica y la responsabilidad urbana quedan en segundo plano.
Iniciar un proyecto sin estudios completos o sin detenerse ante las advertencias legislativas es jugar con la infraestructura pública como escenario, no como servicio.
El poder de las apariencias
En esta era de la inmediatez, la política busca ser viral antes que veraz.
Se gobierna con narrativas más que con planes, con frases más que con indicadores, con polémicas más quecon políticas.
El resultado es un vacío institucional cubierto con luces y gestos, donde lo importante no es hacer, sino parecer que se hace.
Pero ese teatro tiene un costo alto: el descrédito generalizado del poder público.
Cuando todo se vuelve espectáculo, la credibilidad se agota.
Y cuando la gente deja de creer, el gobierno pierde su base moral.
Entonces ya no importa quién gobierne, porque todos terminan actuando para una audiencia harta, no para una sociedad esperanzada.
La sociedad entre la ironía y la resignación
El ciudadano nuevoleonés ha aprendido a mirar la política con ironía: ríe de sus excesos, comenta sus errores, comparte memes de sus ocurrencias.
Pero detrás de esa ironía hay algo más grave: resignación.
Nos hemos acostumbrado a esperar poco, a conformarnos con promesas recicladas, a medir el éxito político en función del ruido, no del rumbo.
Y en esa resignación colectiva, el poder encuentra comodidad.
Porque mientras el ciudadano se burla, el político sigue actuando.
Mientras el público critica desde las gradas, el guion continúa sin corregirse.
El verdadero problema no es que los políticos repitan sus promesas, sino que nosotros seguimos aplaudiendo el mismo espectáculo.
Romper el ciclo
Romper este ciclo implica cambiar el tipo de ciudadanía que somos.
- Dejar de medir a los gobiernos por sus discursos y empezar a evaluarlos por sus resultados.
- Exigir continuidad en los proyectos públicos, no protagonismo;
- Exigir transparencia, no espectáculo; exigir responsabilidad, no narrativa.
El cambio no vendrá de una nueva promesa, sino de una sociedad menos dispuesta a ser público y más decidida a ser actor.
El día que el ciudadano se levante del asiento y entre al escenario, el guion cambiará para siempre.
Llamado a la acción
Nuevo León no necesita más promesas ni más shows: necesita gobiernos que trabajen en silencio y ciudadanos que hablen con fuerza.
La política no es un reality show, es un acto de servicio público.
Y si los gobernantes insisten en hacer espectáculo, que al menos sepan que el público ya no aplaude por costumbre, sino por convicción.
Porque la verdadera transformación comenzará cuando el ciudadano apague las luces del escenario y encienda la luz del juicio.
