El apellido Colosio

La encuesta de Reforma donde Luis Donaldo Colosio Riojas aparece con el 27% de la preferencia ciudadana tumbó las fichas del ajedrez político.
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Sorprendió el resultado, pero más sorprendieron las reacciones. Para ese electorado que no votó por Morena en 2018 y que busca con desesperación un candidato que pueda derrotar al obradorismo en el 24, el nombre de Colosio sonó como una campana en la soledad del desierto.

Más allá de que el actual presidente municipal de Monterrey deba, pueda o tenga capacidad de ser el candidato de unidad de la oposición a la presidencia de la república, vale la pena tratar de explicar por qué al colocarlo en la pista de competencia cimbró las paredes de Palacio Nacional y sacó de quicio a una parte de la oposición.

COLOSIO EL DISRUPTIVO

Colosio Riojas ganó con el 49% de la votación la alcaldía de Monterrey. Los regiomontanos vieron en él a un joven disruptivo, que surgía de la ciudadanía y no de las cúpulas partidistas. Alguien que en campaña se atrevió a darle vuelta a la pirámide: la gente primero, los partidos después.

En lugar de salir a golpear a Colosio Riojas, los partidos tradicionales deberían preguntarse por qué este joven es políticamente tan atractivo. Y aquí hay varios factores que deberían tomarse en cuenta.

Su figura es percibida como alguien que se atreve a hacer las cosas de manera distinta. Que rompe tabúes, esquemas, intereses burocráticos.

Es alguien que aparece en escena como un mexicano libre, que habla con autenticidad y sin doble lenguaje, sin esa carcasa que usan los políticos para engañar.

Para decirlo rápido: Estamos ante una figura antisistema por lo que dice y propone, aunque también por tratarse de alguien que —con el asesinato de su padre—, fue víctima directa de la decadencia de una forma de hacer política que con López Obrador sigue vigente.

Ese 27 por ciento de aprobación que trae Colosio es una llamada de alerta a los partidos históricos. Es tanto como decirles: si quieren sacar a Morena de Palacio Nacional tienen que escoger a un candidato o candidata a partir de un método inédito que permita a la ciudadanía participar.

El atractivo de este joven comprueba el desprestigio de la vieja política y la crisis que enfrentan los partidos por su falta de representatividad. Demuestra que sin la sociedad ya no les será posible ganar elecciones y menos formar gobiernos con legitimidad suficiente.

Ojalá y la oposición entienda que López Obrador ha colocado en el cuello de la existencia nacional una soga que puede asfixiar la democracia en cualquier momento y que sólo con un liderazgo aceptado y socialmente reconocido será posible expulsar a un autócrata que cava a diario la tumba de México.

Pero, hay algo más que decir sobre el apellido Colosio.  No hay partido político que tenga derecho a sentirse dueño de la marca.

Creer tener la exclusividad es una idea torpe, mezquina y absurda por lo siguiente: A partir de que el candidato a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta fue blanco de un magnicidio se despojó de su militancia para convertirse en victima de una infamia propiciada desde la entraña de la maquinaria.

La forma como murió, las razones y las condiciones que los llevaron encontrar la muerte lo transformaron en símbolo. Donaldo, —como lo llamaba su padre—, pasó a formar parte del inconsciente colectivo, de esa memoria donde hombres y mujeres son despojados de su imperfecciones para colocarlos en la repisa de la inmortalidad.

Para decirlo rápido: El apellido Colosio, guste o no, forma parte de la mitología nacional. Tiene potencia. De ahí que el nombre, incluido en una encuesta, cause tanta inquietud. Hay muertos que ganan batallas o logran triunfos que en vida no pudieron alcanzar.

Nadie sabe qué puede pasar de aquí a dos años con Luis Donaldo Colosio Riojas, pero su nombre hizo recordar la ley de los antídotos. Veneno mata veneno. Un mito acaba con otro mito.

El espíritu de Colosio tocó a la puerta de Palacio Nacional.
Beatriz Pagés Rebollar

Directora general de la Revista “Siempre”, una de las más influyentes de México, fundada en 1953 por su padre, Don José Pagés Llergo. Ha formado parte de los equipos de Televisa, Canal 11, Multivisión, CNI, Canal 40 y es comentarista política de numerosos medios. En 2019 renunció al PRI, donde militó gran parte de su vida.

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