En las aguas sulfurosas del primer año
No que no existieran: crecieron.
Me refiero a la corrupción y a la violencia.
Hay más corrupción y más violencia que nunca en la historia reciente del país.
La presidenta Sheinbaum, que se dice orgullosa heredera del presidente anterior, lo piensa tres veces antes de tocar con el pétalo de una crítica la herencia recibida.
Pero la herencia rebosa.
Es evidente dentro y fuera del gobierno, dentro y fuera de México.
La Presidenta ha tenido que investigar escándalos que no puede ocultar, nacidos en las altas oficinas del gobierno anterior.
Estamos ahora en unas aguas mixtas, sulfurosas, de difícil lectura, en las que, como dice Carlos Loret de Mola, la presidenta Sheinbaum defiende por la mañana a su antecesor y el resto del día deja que las investigaciones arrimen la lumbre hasta las inmediaciones de Palenque, donde vive El Previo
La mixtura sulfurosa de las aguas excita las creencias de que la presidenta Sheinbaum romperá dramáticamente con López Obrador.
Se trata de una expectativa muy mexicana, muy presidencialista a la mexicana, la cual, por tradición política, es siempre favorable a la Presidencia Nueva.
Nada goza tanto el presidencialista pueblo de México como que la Presidencia Nueva le cobre las cuentas a la Presidencia Vieja: un ajuste allá arriba que salde los agravios de acá abajo, y reinstaure la frescura de la Presidencia entrante, con su nuevo menú de clientelas y beneficiarios.
La presidenta Sheinbaum ha instalado ya el pleito de la presidencia que entra con la que sale, pero tiene una continuidad estructural con su antecesor: comparte el proyecto autocrático de AMLO.
Creo que el pleito en la cúpula de Sheinbaum y López es episódico, aunque puede crear un gran remolino político, de fracturas impredecibles.
Creo, también, que la continuidad entre Sheinbaum y López es estructural.
Los dos quieren tener un gobierno incontrolable para su sociedad.
Ojalá la presidenta Sheinbaum le gane el pleito a López en las alturas.