Eutanasia: Platicar sobre la vida y la muerte
1.
“Muerte Digna” permite la eutanasia en ese país, pero bajo ciertas condiciones: ser mayor de edad, ciudadano o residente, y estar psíquicamente apto en etapa terminal de una enfermedad incurable, o que provoque sufrimientos insoportables, con grave afectación a la calidad de vida.
Los obispos uruguayos reaccionaron afirmando que la nueva legislación fomentará la cultura de la muerte, en una población que ya enfrenta una de las tasas de suicidio más altas de la región.
2.
El debate sobre la decisión de acabar con su vida, que una persona puede tomar por sí misma, siempre se ha situado en el terreno de la ética o la legislación civil.
Ya se trate de suicidio o de eutanasia, es frecuente la consideración de que estamos ante algo indebido, ya porque la vida merece ser respetada, ya porque no nos pertenece y Dios es su dueño.
En este segundo caso, me parece, son muchos los intentos que se han venido dando por mitigar el sufrimiento de los enfermos terminales, con acciones y, sobre todo omisiones, tendientes a aliviar su situación de manera definitiva.
3.
Los llamados cuidados paliativos cobran cada día más importancia en la atención a familiares y amistades que se encuentran en un punto donde, en opinión de médicos especializados, ya no hay marcha atrás.
La manera en que terminamos nuestro paso por este planeta es tema de muchas conversaciones, no siempre abiertas y asertivas, porque todo lo relacionado con la muerte, el testamento, la herencia, y rubros semejantes siguen causando una cierta hostilidad.
Además, no siempre tenemos criterios claros para definir lo que sí se puede y aquello que no.
4.
Un ejemplo.
El Catecismo de la Iglesia Católica (# 2277) afirma que “Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa (¿hay una indirecta que no está clasificada como pecaminosa?) consiste en poner fin a la vida de las personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable”.
Pero en el siguiente numeral acota: “La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’”.
5.
¿Estamos todos de acuerdo en lo que significan los “tratamientos extraordinarios”?
Quimioterapias, diálisis, entubamientos, traqueotomías, inserción de sondas para la alimentación, administración intravenosa de medicamentos, punciones lumbares o raquídeas, etc.:
¿caben en ese rubro?
Lo mismo dígase de los costos de tales procedimientos, y de internamientos prolongados en hospitales privados.
Para alguna persona, llevar a su pariente a una clínica del centro de la ciudad, en vez de a un hospital del seguro será algo oneroso, mientras que para otra un hospital de San Pedro será menos costoso que uno de Houston.
6.
¿Y qué decir de los traumas familiares, históricos, que nos llevan a “intentarlo todo” por el enfermo, aunque él haya manifestado expresamente su voluntad de no someterse a ese tipo de procedimientos?
Así como ha avanzado la simpatía hacia los cuidados paliativos, y el deseo en muchas personas de no prolongar la vida de manera innecesaria, no sé si también iráen esa dirección la eutanasia.
Lo que sí me queda claro es la urgencia de comentar con nuestros seres queridos, una y otra vez, la manera en que queremos enfrentar el final de nuestra vida terrena.
7. Cierre icónico.
El cambio climático global tiene un nuevo aliado.
Ya no solo cuenta con el respaldo displicente de los negacionistas, sino con gobernantes y funcionarios públicos que, o son ineptos o pudiendo matizar los costos de las tragedias no lo hacen por solo Dios sabe qué motivos.
En Veracruz se anticipaban lluvias muy fuertes, las autoridades fueron alertadas, y no actuaron con la debida competencia.
Las tragedias ya son suficientemente trágicas como para agregarle negligencia, falta de oficio o motivaciones políticas.