Expedientes ¿para López Obrador?
En vísperas de iniciar su gira por Tabasco, la presidenta Claudia Sheinbaum, que tiene una fijación con los “comentócratas”, desmintió sus interpretaciones de que se iba a reunir con Andrés Manuel López Obrador, asegurando que no iría a Palenque, donde el expresidente celebró el viernes con funcionarios federales, del gobierno de la Ciudad de México y muchos otros, su cumpleaños.
No se sabe si lo vio o no, pero en vísperas de partir, solicitó los expedientes de su círculo más cercano para revisar los casos de corrupción en los que están involucrados.
Sheinbaum visitó el sábado Macuspana –la tierra de López Obrador– y Jonuta, dejando para el domingo Villahermosa.
No muy lejos de donde vive el expresidente, a quien no ha visto personalmente desde el 8 de octubre, cuando platicó con él durante dos horas por la noche en la casa de una periodista muy cercana al expresidente.
Lo que se filtró de ese encuentro fue que llegaron a acuerdos a los cuales les iba a dar seguimiento Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Gobernación, que por la confianza de ambos con ella, es el enlace directo entre ellos.
Desde entonces, Rodríguez ha mantenido informado a López Obrador, presuntamente sobre lo acordado, lo que coincide con el freno de algunas acciones que tenían previstas en Palacio Nacional para seguir exhibiendo las irregularidades y excesos del senador Adán Augusto López Hernández.
Ninguna reunión con López Obrador o conversación telefónica ha trascendido a la opinión pública, pero internamente no son un secreto herméticamente guardado.
Los encuentros cara a cara entre Sheinbaum y López Obrador, o sus conversaciones telefónicas, que son al menos tres en lo que va del año, son conocidas en un sector no del todo pequeño.
Pero sobre el contenido específico de lo que han hablado, la información es escasa.
Lo más detallado fue una conversación telefónica que sostuvieron cuando estalló el escándalo de La Barredora y su jefe, Hernán Bermúdez Requena, donde López Obrador le pidió que cuidara al senador López Hernández.
El coordinador de Morena en el Senado es una de las imposiciones que le dejó López Obrador, y una de las muchas que la han desgastado porque no le responden a ella, sino a él, una rebeldía institucional que sólo es posible porque tienen al expresidente detrás de ellos.
La última, que provocó uno de los grandes enojos recientes de la presidenta, fue la reciente declaración del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, donde cínicamente, dijo que no había ganado la encuesta del partido para la candidatura, pero por decisión de López Obrador se la quitaron a quien ganó todas las encuestas, el exalcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez, que ya expulsaron de Morena.
Rocha Moya es uno de los grandes dolores de cabeza de Sheinbaum, pero no el más en estos momentos.
Previo al viaje, la presidenta solicitó memorandos sobre el estado de los casos e investigaciones del hijo del expresidente, Andrés Manuel López Beltrán, del senador López Hernández, y del principal caso de corrupción del sexenio anterior, Segalmex, que dirigía un viejo amigo de López Obrador, Ignacio Ovalle, que fue exonerado a priori de cualquier ilegalidad por él.
Junto con ellos hay dos expedientes más de militantes en la periferia, el senador Gerardo Fernández Noroña, a quien trae atravesado la presidenta, y la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, a quien investigan por presuntas irregularidades en el manejo de 898 millones de pesos destinados a obras públicas por la devastación de Otis, con recursos públicos en 2023.
No se sabe cuál fue la razón de ello, si tenía pensado un encuentro con él, o si le enviaría los documentos con un propio.
Previamente la presidenta ya había enviado mensajes indirectos a López Obrador sobre los abusos y excesos de varios de sus herencias, como fue la filtración desde Palacio Nacional de las fotografías de López Beltrán.
El secretario de Educación, Mario Delgado, y el coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, en sus lujosas vacaciones en Asia y Europa.
Sin embargo, la intención de los mensajes no tuvo el efecto esperado. López Obrador se molestó con su hijo, pero no lo frenó. López Beltrán sigue en sus negocios de siempre.
Todas las herencias de López Obrador, hasta ahora, son intocables.
Asimismo, los márgenes de autonomía en los que se movía Sheinbaum ante el expresidente, se han ido reduciendo en la medida en que los problemas se han acrecentado.
Su propia retórica se ha endurecido en las últimas semanas con respecto a cómo inició el sexenio y en relación con el discurso de López Obrador, mostrando un corrimiento hacia el ala más radical del régimen.
Lo que se ve hacia fuera de Palacio Nacional tiene como destinatarios a las audiencias ajenas a sus clientelas políticas y electorales, como a los que peyorativamente llama “comentócratas”, mostrando que su piel es cada vez más sensible a las críticas sobre su mala gestión, especialmente sobre los crecientes señalamientos de tolerancia a narcopolíticos, y de omisión e inacción ante las corruptelas galopantes del sexenio anterior.
Enemigos externos es lo que necesita para la cohesión interna, especialmente del ala dura del obradorismo.
La imagen de subordinación ante López Obrador es motivo de preocupación en la presidenta que, sin embargo, no puede –o quiere– hacer nada por evitarlo porque su fortaleza depende en buena medida de él.
Haber establecido un mecanismo para revisar los acuerdos entre ambos no habla de independencia, sino de dependencia, quizás coyuntural, quizás efímera, quizás sexenal.
No puede tomar decisiones autónomas porque algunas de ellas, como el contrabando de combustible de los marinos, golpea al círculo íntimo del expresidente o, como en el caso de Rocha Moya y el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, actuar contra ellos por sus presuntos vínculos con los cárteles de las drogas, cree que golpearía en Palenque, dañaría al movimiento y afectaría su gobierno.
Las reuniones y conversaciones que han tenido los dos desde el cambio de estafeta fueron coyunturales, pero desde la que tuvieron en octubre, se volvió parte de un mecanismo de gestión.
Plantear que existe en México un co-gobierno, puede ser prematuro, pero de mantenerse el statu quo, así podrá identificarse más adelante si no hay cambio alguno.
