Hubris: cuándo creerse Icarus no es solo presunción
No porque el sol queme, sino porque la arrogancia te hace olvidar que las alas se derriten.
Bienvenido al fascinante y peligroso mundo del síndrome de hubris.
¿Qué demonios es eso del hubris?
El término viene del griego antiguo y es la mezcla letal de orgullo desmedido y sobreconfianza, con un ligero toque de desprecio por todo lo que no sea tu genio.
Es esa “ceguera de éxito” que hace creer a alguien que es invencible.
David Owen, exsecretario británico de exteriores, lo estudió como un trastorno adquirido en líderes poderosos: impulsividad, desprecio por el consejo ajeno y pérdida de contacto con la realidad.
Lo documentó en presidencias y primeros ministros británicos y estadounidenses.
Ojo, no es narcisismo clínico, es algo que ocurre después de cierto poder prolongado.
El talento y la paranoia por el control pueden terminar convirtiéndose en autoengaño masivo.
Personas vs. Equipos: hubris individual y grupal
- Individuos con hubris: un CEO que ignora críticas, cree que tiene la fórmula mágica y despacha los consejos con una sonrisa irónica. Su caída puede ser en picada, pero gradual: errores, decisiones enormes, pérdida de patrimonio y alma profesional.
- Grupos con hubris: se comportan como cultos corporativos. Según Atlassian, se forma una “cultura de autorreferencia” donde nadie cuestiona, no hay curiosidad externa y las relaciones con clientes o realidad desaparecen. Resultado: decisiones malas, repetidas y sin corrección.
Ese group hubris es como un pozo rápido: te atrapa en silencio, y cuando notas que estás dentro, ya te tragó el suelo.
Casos reales (donde todos cerraron vista)
- Uber o Enron: dos empresas que volaron alto... hasta que su exceso de confianza los estrelló. El éxito reforzó creencias arrogantes, destruyó sensores de realidad y provocó decisiones suicidas.
- Ejemplos políticos: Neville Chamberlain creyó que Hitler se contentaría con una promesa de paz; Tony Blair siguió con la guerra sabiendo que no había estrategia. Ese es hubris puro: el fracaso no es solo resultado, es efecto de creer que eras invencible.
¿Se puede evitar el hubris?
Yes, pero necesitas humildad:
- Disciplina de contrapesos: juntas independientes, consejeros críticos, mecanismos de revisión real. Insead lo resume bien: sin humor, sin humildad ni dosis de realidad... el hubris se reproduce.
- Roles de “fiscalización” emocional: alguien que revise tu ego como quien revisa correos urgentes. No para darte palmadas, sino para decirte "ya parale, estás en modo Icarus".
- Checkpoints familiares o externos: líderes que confían en su círculo cercano amigos, familia, excolegas normalmente ayudan a detectar señales antes de que exploten. Esa red real y no jerárquica es tu alerón amarrado a la humedad del ego.
Hubris en grupo: cuando todos creen ganar
Aquí entra el groupthink: la homogeneidad mental lleva al “sí, jefe”, al “mejor no decir nada” y a ignorar datos fríos.
El grupo se cree infalible... y se va al pozo.
¿Solución? Establecer roles específicos como el abogado del diablo y fomentar diversidad de criterio, invitando expertos de fuera o haciendo consultas sin filtro.
Nunca más “decidimos porque sí”.
Resumen brutal (sin caretas)
Realidad incómoda
- El éxito es el mejor acondicionador… del ego
- Volar alto + sin autocrítica = caída segura
- El equipo también puede drogarse con su orgullo
La verdadera lección
- Checa tu ego antes de que el ego te chequee un día
- Necesitas al menos dos frenos: debate sincero y humildad
- El groupthink es un club sin salida; romperlo salva
En fin…
Si hoy te sientes imparable, cuidado: puede que no seas “visionario”, solo estés entrando en modo hubris on fire. Y ojo, el hubris no se detecta en tu foto de LinkedIn con los brazos cruzados, se detecta cuando ya nadie se atreve a decirte “oye, compa, la estás regando”.
La cura no es mística: es tener a alguien que te baje del pedestal con un “relájate, campeón” antes de que la caída sea impactante.