La batalla en EU, primeros rounds
Los recientes resultados de elecciones estatales en el vecino del norte no son suficientes para que algún partido eche las campanas al vuelo con miras al año próximo, dan pistas, pero nada más.
El triunfo del socialdemócrata Zohran Mamdani en Nueva York de ninguna manera marca un “cambio de paradigma” en la política estadounidense, como me argumentó un respetado colega.
Nueva York no es una plataforma para ganar la candidatura presidencial por alguno de los dos partidos, al contrario, tritura aspirantes.
Si lo dudan, vean lo que sucedió con dos destacados alcaldes de la urbe de hierro, Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg.
Menos aún si se tiene en cuenta la agenda de promesas de Mamdani, congelar rentas de alquiler de viviendas y transporte público para todos.
Si bien le va a Mamdani, podría ser el relevo de Bernie Sanders en la izquierda estadounidense, pero ir más alto es conjeturar sin bases.
Por su parte, el presidente Trump y su partido enfrentan desafíos enormes a menos de un año de las cruciales elecciones intermedias que ponen en juego el control del Congreso de Estados Unidos.
Trump tiene una aprobación nacional que ronda 40-42 por ciento, con desaprobación en la banda de 54-56 por ciento.
En una encuesta reciente, sólo 33 por ciento aprueba la forma en que Trump está gobernando el país.
Dentro del Partido Republicano su aprobación bajó de 81 por ciento a 68 por ciento.
En el sondeo, cerca de 41 por ciento dijo que su voto para el Congreso serviría como un mensaje contra Trump, mientras que sólo 21 por ciento lo plantea como uno a favor suyo.
En las elecciones recientes, del 4 de noviembre de este año, hubo victorias significativas para los demócratas en la pelea por las gubernaturas de Virginia y Nueva Jersey, así como el triunfo de Mamdani en Nueva York.
Perdieron los candidatos de Trump.
Se interpretó que los resultados fueron un voto de repudio a la “agenda Trump”.
Eso es real, pero no menos real es que a pesar de la caída en la aprobación del presidente, el Partido Demócrata no tiene una mejor perspectiva.
Dentro de las filas republicanas se evidencia una tensión entre los que siguen al ala “clásica” del partido y los que se alinean más al estilo “MAGA” del presidente. Esas divisiones están costando cohesión, erosionada fundamentalmente por las revelaciones de los archivos de Jeffrey Epstein.
En el Partido Demócrata se ve un choque generacional e ideológico: por un lado, la vieja guardia (“moderados”), y por otro los más jóvenes, “progresistas”, que quieren propuestas más radicales.
Así es que, para las elecciones de mitad de mandato, el partido del presidente enfrenta lo inevitable, desgaste y malestar por expectativas no cumplidas.
El tema económico –inflación, costo de la vida en general–, es el gran dolor de cabeza para el bando de Trump y los candidatos republicanos, y se perfila como el arma más eficaz para los demócratas.
La encuesta lo indica: 61 por ciento cree que las políticas de Trump empeoraron la economía.
De esta manera, las elecciones locales y estatales de este mes sirvieron como un primer reflejo del termómetro político “de arranque”.
En el mapa electoral, los estados “switcher”, como Virginia, muestran un retroceso para los republicanos, mala señal para Trump de cara a 2026.
Y un reto para los demócratas: aunque ganan en algunos frentes, tienen problemas para motivar a sectores jóvenes e independientes de manera consistente, la motivación puede variar.
El fracaso del cierre del gobierno provocó una división en las filas demócratas, a raíz de eso, la corriente progresista presiona por la renuncia de su líder senatorial, Chuck Schumer.
Pero también la imagen de Trump se está erosionando entre los independientes y algunos republicanos “moderados”, lo cual abre una ventana de vulnerabilidad.
En 2026 se espera que la movilización de las bases será clave, los demócratas parecen más incentivados tras los resultados de noviembre, pero tendrán que convertirlo en votos reales.
Síntesis:
El votante de Nueva York no tiene nada que ver con el elector de Utah o el de Alabama.
De ahí que resulte ocioso extrapolar los resultados de los comicios recientes a un escenario nacional.
