El hostil silencio contra María Corina
Pero la presidenta Sheinbaum optó de nuevo por una hostilidad mal envuelta en una supuesta indiferencia.
No era tarea difícil para sus asesores informarle que la mayoría de los espacios internacionales razonablemente democráticos estaban recibiendo de buen grado, si no es que con entusiasmo, la noticia del Premio Nobel de la Paz a la venezolana María Corina Machado.
Cuesta comprender esa dureza enfundada en el gastado discurso de la no injerencia y la autodeterminación de los pueblos, desfigurado ayer en un gélido “sin comentarios”.
Nada quiso regalar.
Creo que pocas veces la Presidenta ha sido más avara, menos empática, actuado con menos sororidad.
No es una cuestión ideológica.
Era un guiño a una mujer y su sociedad que enfrentan a una tiranía, y lo hacen en paz. Imposible, pues, no retrotraer lo que María Corina me dijo apenas el 9 de mayo:
“Hay momentos en la vida donde no hay espacio para la indiferencia. Aquí hay niños que han sido torturados, mujeres desaparecidas. No entiendo ese silencio, porque al final ese silencio termina avalando a quienes cometen crímenes”.