Las aerolíneas y los seguros médicos son dos formas elegantes de tomarte el pelo
El modelo de muchas aerolíneas es sencillo: te muestran un pasaje barato y al final, terminas pagando el triple.
- ¿Quieres llevar una maleta? Paga.
- ¿Quieres elegir tu asiento? Paga.
- ¿Quieres seguro para tu maleta por si se rompe o te la roban? Paga.
- ¿Quieres respirar tranquilo sin tener que pelear con el sistema? Paga, reza y agradece.
Y si por alguna razón hay sobreventa o necesitan liberar tu asiento, adivina quién sale perdiendo: Tú. Te escogen, sin explicación, y te dejan ahí. Mientras tanto, revenden tu vuelo más caro. Y el sistema lo permite, lo legaliza y lo aplaude.
Las aseguradoras te cubren… si quieren.
Pagas una póliza por años. Sientes que estás “cubierto”. Pero cuando realmente necesitas atención médica o un reembolso, empieza el calvario.
Te piden documentos absurdos.
Te dicen que justo eso no está incluido.
Te inventan tecnicismos.
O simplemente se lavan las manos con la frase favorita: “su caso no procede”.
Y lo peor…conoces a alguien a quien sí le pagaron por lo mismo. O peor. Entonces entiendes la cruda verdad…es una tómbola. Si te toca la suerte, bien.
Si no… ni modo.
Lo permitimos porque la letra chica está hecha para confundir.
Porque hay cansancio, miedo, dependencia.
Porque hemos normalizado que una empresa se enriquezca con tus desgracias. Porque reclamar se siente como pedir favores, cuando en realidad estás exigiendo lo justo.
Lo que une a las aerolíneas y aseguradoras es simple, no están diseñadas para servirte, sino para sacarte todo lo posible mientras dan lo menos necesario. Su ganancia está en que te resignes.