Los juniors de la 4T
La sociedad mexicana criticaba en los años 60 los autos último modelo de los hijos de Díaz Ordaz, sus matrimonios con la aristocracia.
A Echeverría lo juzgaban por haber tenido demasiados hijos.
En la memoria colectiva está presente José Ramón, el “orgullo de mi nepotismo” de José López Portillo. “Juniors de pecho”, de pañal y mamila si se les compara con un Andy, un José Ramón o un Gonzalo López Beltrán.
Si los vástagos de los presidentes priistas o panistas –de Diaz Ordaz a Peña Nieto– aparecían en la sección de sociales o en “revistas del corazón” exhibiendo conductas frivolas, los hijos de López Obrador son protagonistas en las páginas de “nota roja” y en denuncias presentadas ante la Fiscalía General de la República por tener vínculos con el crimen organizado.
¿Qué papel jugaron y siguen jugando los hijos del expresidente dentro de la Cuarta Transformación? ¿El padre les dio rienda suelta para que hicieran negocios y se enriquecieran al amparo del poder o les dio una misión específica dentro de la red político delincuencial que se construyó desde la presidencia de la república?
La denuncia presentada por Acción Nacional en la que los “juniors del obradorato” aparecen como presuntos responsables de conspiración, delincuencia organizada, huachicol, encubrimiento, operaciones con recursos de procedencia ilícita, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito recuerda la biografía de los “narco juniors”.
Es como si los hijos de López Obrador quisieran ser una copia de un Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán; de un “Vicentillo”, hijo de El Mayo; de un “Menchito” hijo de “El Mencho”, antes que apóstoles del falso Jesucristo que representó su padre en las “mañaneras”.
Un dicho común dice que los hijos son –salvo excepciones– reflejo de sus padres.
Los “juniors de la 4T” son una síntesis del doble discurso y de la moral torcida de López Obrador.
Son la prueba viviente de la mentira y contradicciones de un político que publicó libros y más libros y derrochó litros de saliva para engañar a los mexicanos.
En 2018, el candidato López Obrador publicó el libro “La Salida” para criticar el robo en Pemex.
La mayor corrupción –dice en la página 39– se relaciona con la privatización del sector energético y culpa a la “banda de malhechores”, a los salinistas, zedillistas, foxistas y calderonistas, a una “minoría rapaz” de haber cometido un gran atraco.
Pues ahora, la nueva “minoría rapaz” está formada por López Obrador y sus juniors. No privatizaron, ¡faltabas más!, pero al grito de “Por la defensa de la soberanía petrolera”, optaron por construir un cártel para traficar combustible, enriquecerse, financiar elecciones y saquear a la nación.