Las virtudes del buen gobernante

...El tapiz enseña la malicia, capaz de provocar crímenes entre camaradas, cegados por la ambición y la envidia... 

Madrid.-

El emperador Carlos V poseyó espléndidos tapices sobre las virtudes del buen gobernante, representadas por medio de alegorías como la prudencia, la fe, la justicia, la sabiduría o la nobleza, pero también sobre el mal a evitar, la infamia, y lograr al final la recompensa a una buena gestión: la fama y el honor.

Asombra la buena restauración de los textiles, a cinco siglos de su manufactura, la viveza de rojos, azules y dorados, tejidos con hilos de oro, plata, seda y lana, junto con la armoniosa proporción y las finas facciones de los personajes.

Se trata de una serie de nueve tapices conocidos como Los honores, tejidos en honor del rey de España con motivo de su elección como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, concluida en 1523 por el maestro flamenco Pierre van Aelst.

Los tapices de Carlos V forman parte del arte funcional renacentista aplicado a la política del buen gobierno y fuente de inspiración para tratar de llevar una vida virtuosa.

En pintura, los murales del Palacio Público de Siena enseñan al pueblo, en su mayoría analfabeto y por eso fácil de engañar, las bondades del buen gobierno y los perjuicios del malo, remoto antecedente del muralismo mexicano, impulsado por don José Vasconcelos (Ver Milenio, Sin Ataduras, “El mal gobierno”, 4 noviembre 2011).

PALACIO REAL DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO

Tuve el placer de admirar la obra textil en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, en un salón especialmente acondicionado para prolongar su delicada belleza, la cual ha perdurado ya cinco siglos.

Uno de los paños muestra la alegoría de la justicia: un mal rey aparece maniatado y cabizbajo, sometido por la justiciera mujer, situada por encima del monarca, la cual castiga con su espada con la mano derecha, y con la izquierda juzga, según la balanza, oscilante entre la justicia y la gracia, acción rodeada por las figuras de la templanza, la concordia, la observancia, la confianza y la verecundia.

El tapiz alecciona al espectador:

Nadie está por encima de la ley, ni siquiera los monarcas escapan del poder imperial de la ley.

En otro gobelino, una joven hace girar la rueda de la fortuna cuya azarosa posición podría augurar prosperidad o pobreza, fortuna o adversidad.  

La alegoría de la pobreza es representada por una señora en harapos con la canasta vacía, ella levanta el puño, mirando hacia la rueda, con el pulgar metido entre el índice y el dedo llamado corazón, señal de la buena suerte.

En escena distinta, una joven sostiene una serpiente, símbolo de la prudencia, mientras que la inteligencia es representada por una mujer pensativa, la cual sostiene un caduceo, las dos serpientes entrelazadas, símbolo del equilibrio entre dos fuerzas antagónicas.

La verdad es representada por una mujer desnuda, pero atada de pies y manos por la infamia, inmovilizada por el vituperio y el escándalo, mientras otra imagen expone el asesinato de Abel por Caín en el momento de asestarle el golpe mortal con una quijada de burro.

Así, el tapiz enseña la malicia, capaz de provocar crímenes entre camaradas, cegados por la ambición y la envidia... 

...tal como ocurre en tiempos turbulentos.

Se reproduce el texto publicado en Milenio, con autorización del autor.

Agustín Gutiérrez Canet

Periodista y Embajador de México en retiro. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Diplomático de carrera, representó a México como embajador en Rumania (2013-2016), en Finlandia, concurrente en Estonia (2008-2013) y en Irlanda (1995-1996). Fue cónsul general en Hong Kong y en Macao (1991-1995), ministro y jefe de cancillería en España (1989-1991), consejero en Italia (1985-1986) y representante alterno ante la FAO en Roma (1986-1987). En la Secretaría de Relaciones Exteriores fue director general de Comunicación Social (1982- 1985) y subdirector general de Prensa Extranjera (1980-1982). De 2003 a 2005 fue coordinador de Información Internacional en la Presidencia de la República y director del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana (1998-2002).