Máscaras
Lo hacen a plena luz del día. Entre los turistas alarmados y la anuencia de los gendarmes.
En la parte sur del territorio mexicano, en el universo de los naufragantes y de los necesitados hasta de lo indispensable, el Instituto Nacional de Migración pelea una batalla desigual.
A los francófonos de Haití, población asolada por los terremotos, la violencia y el hambre, los aventurados a cruzar las aguas del nada solariego caribe nacional, su captura los somete a la expulsión instantánea.
Se les envía a Guatemala desechando su libertad de tránsito, como debería existir como principal factor de humanidad.
Las hordas de haitianos impactan impacientes en su sueño americano, de llegar a los Estados Unidos de América, como refugiados.
Ambas mascaradas, de la sociedad francesa y del gobierno mexicano, nos demuestra la poca empatía y solidaridad.
En los tiempos de pandemia es imposible predicar con la liturgia. Hacer negocio con quienes menos tienen. Ponerlos en manos de los grupos criminales.