Opinión

Nostalgias: Tavatha e Iker

José Luis Galván Hernández DETONA desde Madrid: "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás sucedió."
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La voz ronca de Joaquín Sabina me susurraba, mientras el sol de Madrid acariciaba mi piel con la delicadeza de una memoria.
  • Y, de pronto, el teléfono vibró.
  • Otra nostalgia, distinta, llegaba desde miles de kilómetros de distancia.
  • Desde Monterrey, la voz de mi hijo Iker, cruzaba el océano. 
  • Con una serenidad, me contaba que había terminado la secundaria.
  • Que su último día en el Colegio FORMUS ya era historia.
  • Ese ciclo que comenzó en el kínder había llegado a su fin.
  • No estuve allí.
  • No pude jugar el partido de padres contra hijos.
  • No presencié los abrazos, las selfies, ni las miradas húmedas que recorren por última vez los salones. 
  • No presencié el ritual de despedida.
  • Me relató que la emoción más pura, la que realmente le apretó el pecho, no fue con sus compañeros ni con los mariachis.
  • Fue con los niños de kínder, esos pequeños que aplaudían con inocencia.
  • En sus rostros diminutos, se vio reflejado.
  • Vio al niño que él había sido. 
En ese mismo ciclo le tocó vivir el cincuenta aniversario del FORMUS.

Más de una década recorriendo esos pasillos, y mi hijo fue parte de esa celebración.

Un colegio constructivista, donde la libertad es bandera y la responsabilidad, brújula.

Y ahora se despide, con la mochila más liviana, pero el alma más llena.

Gracias, Úrsula, directora y fundadora.

Gracias por ese hogar que supo ser escuela. 

Madrid, con sus calles y sus horarios que te empujan al futuro y te devuelven al pasado, me hizo reflexionar.

Joaquín Sabina también se despide de los escenarios con su gira: Hola y adiós.

Entonces recordé un mensaje que había quedado olvidado en el tiempo, de hace algunos días.

Era de mi concuña Gabriela.

Me hablaba de su propio Hola y adiós, el de Tavatha, su pequeña de apenas tres años le dijo: “Adiós, mamá mientras caminaba hacia el salón. Ni siquiera volteó”. 

No lloró.

Solo caminó.

Con esa inocencia que tienen las niñas cuando aún no saben lo que están dejando atrás.

Alguien se va. Alguien llega.

Hola y adiós. Como el concierto de Sabina.

  • Tavatha dice hola.
  • Iker dice adiós.

La vida, en su eterna danza de llegadas y partidas. 

Los nuevos padres, Gabriela y Jocsan, viven esa mezcla de nervios y emoción al entregar a su hija al torbellino de los años escolares.

Y nosotros, los que ya recorrimos ese camino, sentimos esa punzada de añoranza.

No solo por ellos, por nuestros hijos que crecen y se van, sino por nosotros mismos.

  • Por los amigos de la infancia que quedaron atrás.
  • Por las ciudades que cambiamos.
  • Por los familiares que se desdibujan en la distancia.

Hoy, mientras camino por las calles de Madrid, con la voz de Joaquín Sabina aún resonando, la siento una vez más:

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás sucedió."