Siete Puntos

Plagiar, e imputar a otro el plagio

Si el plagio es ya una deshonestidad, adjudicárselo a otro es todavía más vil, aunque se defienda tal ruindad desde Palacio Nacional.
1.

Tuve un compañero en Roma que tenía muchas cualidades, pero no la virtud de la honestidad académica: se copiaba en los exámenes.

Y no sólo eso, en cada trabajo de investigación -así se les llamaba en aquella época- que se nos pidió a quienes cursábamos el equivalente a la maestría en filosofía, se las arreglaba para encontrar algún artículo o libro relacionado con el tema solicitado, y con gran dedicación y no pocos desvelos, mimetizaba sus contenidos. No había internet ni computadoras, por lo que sus tareas investigatorias eran mayores.

2.

Nadie podía, entonces, dudar de sus esfuerzos hermenéuticos: el problema es que no entrecomillaba las citas.

Pero esa riesgosa actividad le representaba una satisfacción casi orgásmica, pues llegó a convertirse en un reto, un desafío.

Sostenía que para los maestros era tan extenuante leer con detenimiento los más variados ensayos, tesinas y tesis, que con facilidad podía colar en sus escritos textos de otros autores. Así avanzó en su curriculum… ¡y terminó! Lo que más le entusiasmó no fue la calificación obtenida, la máxima, sino el hecho de haber engañado…

3.

… a prestigiados profesores de universidades europeas.

Todo esto nos lo confesó a algunos compañeros, a punto de regresar a México, temeroso de que fuera denunciado. No fue así. Pero pasaron los años, y un día me lo encuentro como estudiante de doctorado en la universidad en la que yo trabajaba.

Recordé sus fechorías romanas -asumo que él, al verme, también lo hizo-, pero no nos referimos a ellas.

Al poco tiempo me asignan como lector o censor de su tesis. Al leerla, no podía dejar de recordar lo hecho por el candidato en Italia… 

4.

… ¿Seguiría con las mismas prácticas?

Mi revisión fue, obvio, más exhasutiva que en otras ocasiones. Con la morbosidad fiscalizadora de quien busca encontrar un delito, encontraba, según yo, posibilidades de hurto en cada página.

Una noche me topé con un párrafo que me pareció muy conocido, de una extraña cercanía: “yo esto lo he leído en alguna otra parte”, me dije. Pasaban los días y, por más que buscaba asociaciones y similitudes con otros libros y revistas, no las encontraba. Pero en una visita a la biblioteca, e indagando sobre una temática…

5.

… que me interesaba, de repente, y como una iluminación extrasensorial, apareció en mi mente, nítido, el enunciado sospechoso.

Ubiqué en la geografía de mi cerebro el delito, y acudí a la revista en la que descansaba.

No tardé en encontrar la cita y no sólo corroboré que el estudiante la había suscrito, sin mencionar la fuente, sino que… ¡yo era el autor!

En efecto. Llegó el día del examen profesional y, no sin cierto placer pecaminoso, le espeté en la cara al falsario su crimen. “A mi no me pudiste engañar”, le encajé, vanidoso, en sus ojos mi satisfacción.

6.

Pero reconoció su hurto, fue reprobado, y después encontró trabajo en otra universidad.

Hoy es un exitoso académico que platica, en privado, la anécdota.

El personaje en cuestión plagió, pero aceptó su robo. A diferencia de una ministra acusada de lo mismo, que se niega a reconocer lo hecho, y no sólo eso, sino que le ha endilgado la responsabilidad a un alumno contemporáneo y a su directora de tesis.

Si el plagio es ya una deshonestidad, adjudicárselo a otro es todavía más vil, aunque se defienda tal ruindad desde Palacio Nacional.

7.

Cierre icónico.

Falleció el pasado lunes el padre dominico Miguel Concha Malo.

Más que distinguirse, como lo proclama su congregación, por el don de la predicación, fue notable su trabajo en favor de los derechos humanos en México. Pero así como vivió con pasión sus luchas en favor de las poblaciones vulnerables, así también destacó por su ausencia de protagonismo.

La magnitud de su sencillez era sólo comparable con la de su compromiso social y teológico. Obtuvo el premio nacional de periodismo de México en 2003.

Descansa en paz.
Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).