Se combatió para tener gobiernos laicos
La laicidad se refiere a la imparcialidad religiosa, la neutralidad y lejanía con los cultos; el exceso de ideologización de los gobiernos los acerca por analogía a los gobiernos confesionales.
La característica de las teocracias o los gobiernos confesionales es que lo hacen desde la fe, desde la personal ideología en una creencia superior.
El concepto de gobierno laico aplicó para los que operaban alejados a cualquier religión, hoy también debe aplicarse como sinónimo de gobiernos sin ideología política.
En la actualidad la ceguera de los gobiernos ideológicamente teologizados aplica a los que son deslumbrados por doctrinas políticas, no hay diferencia en la forma de conducirse entre unos y otros.
Cuando la pasión por una ideología raya en el fanatismo, convierte a sus seguidores en ciegos, en creyentes de una fe, así sea por un ser supremo o una ideología política, todo es lo mismo, son fanáticos que rompen con la laicidad institucional.
En el gobierno federal se conducen las instituciones desde el proceder confesional, desde la ofuscación ideológica de una única doctrina.
La diferencia con cualquiera religión es que cambian el catecismo religioso por el catecismo dogmático-político.
Utilizar el púlpito de la máxima tribuna política para estigmatizar, exhibir, maltratar mediáticamente, azorar o agredir a los ciudadanos quienes disienten con el pensar del gobierno, eso es tan confesional como los gobiernos coloniales, los imperiales y el porfirista; todos conducidos por la moral ideológica y dispuestos a destruir a los diferentes.
Eso sucede con el gobierno federal, están prontos a destruir a quienes piensan diferente, se olvidan que las democracias subsisten en la construcción de consensos donde hay disensos, en tolerar y respetar a los diferentes intentando integrarlos en el gran proyecto de nación.
Lo contrario construye revoluciones.
Ninguna de las tres transformaciones sociales y políticas del país fueron tan crueles con los diferentes; luego de 1824 cohabitaron los desiguales tratando de construir consensos hasta que llegaron los golpes de Estado provocados por la intolerancia desde el poder.
Juárez fue racional con los opositores, a la mayoría se les respetó, incluso a uno de los acompañantes de Maximiliano se le ofreció el indulto.
Porfirio Díaz fue perdonado a pesar de su intento de golpe de Estado en el llamado plan de La Noria.
Madero fue tolerante con los porfiristas, quizá más de lo debido y ese fue su gran error; ninguno fue agresivo con los divergentes ideológicamente.
Vivimos tiempos de intolerancia ideológica, nada diferente a la intolerancia religiosa.
Actitudes que se aproximan a los causantes de las tres previas revoluciones de los pasados siglos XIX y XX.
Hasta en Cuba y Venezuela hay quienes piensan distinto al sistema, es cierto que no es fácil expresar las ideas contrastantes, pero las hay y los gobiernos lo saben.
En el actual sistema mexicano la política se centra en acallar a los opuestos.
Es tiempo de repensar en gobiernos laicos que si bien llegan desde un posicionamiento ideológico y sus políticas públicas parten de esa ideología política, los gobernantes deben mostrarse imparciales, alejados del fanatismo surgido desde la fe ideológica.
