¿Se venderán los priistas como prostitutas callejeras a AMLO por la reforma eléctrica?

Después de ver, aterrorizado las trágicas versiones de diversas mujeres afganas en relación a las pesadillas padecidas en su país, un horror de extracción maligna sólo comparable con lo descrito por Dante en alguno de los círculos del infierno, nunca supuse que un simple sueño pudiera reportarme alguna reconciliación.

Al conocer las prohibiciones y los castigos impuestos por los talibanes a sus mujeres, fue imposible que no echara a andar mis mecanismos reactivos como novelista, con tal de entrar a su rescate en el contexto de las fantasías para sancionar a esa auténtica cáfila de salvajes incapaces de aceptar que hombres y mujeres deberíamos disfrutar en el mundo entero los mismos derechos, oportunidades y obligaciones.

¿Sí…? Sólo que los talibanes, esos proterbos sujetos con apariencia humana, prohíben a sus mujeres trabajar fuera del hogar, salvo el caso de doctoras y enfermeras que prestan sus servicios en algunos hospitales, a menos que estén acompañadas de un mahram (pariente masculino cercano).

No pueden tratar con comerciantes masculinos ni ser atendidas por un médico varón, ni asistir a escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa.

Las que no lleven un velo largo (burka), que las cubra de la cabeza a pies, pueden recibir golpizas y abusos verbales o azotes en público si llegan a mostrar los tobillos.

Las sanciones draconianas pueden llegar al extremo de la lapidación pública si son acusadas de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio o sufrir la mutilación de los dedos por usar cosméticos o pintarse las uñas.

TODO ES PROHIBICIÓN

Se les tiene prohibido andar en bicicleta, hablar o estrechar la mano de hombres que no sean mahram o reír a carcajadas con extraños o usar zapatos de tacón que hagan ruido al caminar o viajar en taxi sin mahram o hablar en radio o aparecer en televisión o en reuniones públicas de cualquier tipo o practicar deportes o ingresar a un centro o club deportivo o usar ropa de colores brillantes o lavar ropa junto a ríos o en lugares públicos o aparecer en los balcones de sus apartamentos o casas o visitar baños públicos.

Ellas están obligadas a pintar el vidrio de las ventanas de sus viviendas para no ser vistas desde el exterior, al igual que los sastres masculinos deben abstenerse de tomar medidas de su clientela femenina.

Hombres y mujeres no deben viajar en el mismo autobús ni usar pantalones acampanados (anchos), incluso debajo de un burka ni se les debe fotografiar ni filmar ni publicar sus imágenes en periódicos o libros, o colgar sus imágenes en las paredes de casas y tiendas.

Un hombre negador del velo es un infiel y una mujer sin él, lasciva…

¿Cómo rescatar a la mayoría de esta pavorosa condición sancionando a los criminales talibanes con penas que superarían el dolor de mil azotes o las masacres a base de lapidaciones multitudinarias hasta privarlos de la vida?

En mi fantasía imaginé que el peor castigo consistiría en que una mañana en que del Ramadán, el noveno mes del calendario islámico y uno de los cinco pilares del Islam, cuando millones de afganos estuvieran dedicados a la oración, a la reflexión y al ayuno, Afganistán amaneciera sin mujeres ayudadas a huir por la comunidad internacional a través de Turkmenistán, Uzbekistán, Irán, Tayikistán, buscando un paso desesperado hacia el Mar Caspio o el Arábigo.

¿Qué tal, querido lector, amante de la ficción, qué tal imaginar un Afganistán sin mujeres?

Soñar se vale, ¿no…?

¿TRAICIONARÁ EL PRI OTRA VEZ A LA VOLUNTAD POPULAR?

Entonces, ¿por qué no soñar también que los priistas no se venderán como hetairas, prostitutas callejeras, a AMLO, para traicionar una vez más la voluntad popular al concederle a la 4T la mayoría calificada para retrasar 50 años las manecillas de la historia patria al expropiar la industria eléctrica y atentar contra la energía del país?

Llegado el caso, necesitaríamos jueces talibanes para castigar las felonías de los legisladores priístas, auténticos vende patrias, dignos del desprecio mayúsculo de la República…
Francisco Martín Moreno

Escritor mexicano que profesa el judaísmo. Ha escrito 26 libros, el más reciente es “Cuando México perdió la esperanza”. Su obra se caracteriza por centrarse en los personajes históricos y las situaciones descritas por él no son vistos desde los parámetros científicos y académicos propios de la historiografía, sino desde un punto de vista novelístico.