Criminal
En unos días se cumplirá un año de la presidencia de Claudia Sheinbaum.
Visto de otra forma, se cumplirá un año de la salida de López Obrador de ese puesto, pero claramente no del poder.
Instaló a sus alfiles para impedir cualquier movimiento de Sheinbaum que pudiese dañarlo, más allá de si ella estaba dispuesta a pensar en eso o no.
Gracias al golpe de Estado orquestado por él y operado por tres magistrados del Tribunal Electoral, pudo destruir lo que quedaba del andamiaje institucional democrático, y es claro que ya no habrá elecciones equitativas por mucho tiempo.
Por tanto, si logra aguantar con sus alfiles un año y medio más, definirá la segunda mitad del sexenio, consolidará a su equipo y podrá definir la sucesión.
Lo que anunciamos desde hace décadas se cumplió.
Era un peligro para México, y hoy eso es evidente, no sólo terminó con el periodo democrático, lo hizo aniquilando la economía.
En todo este año, el crecimiento ha sido prácticamente nulo, provocando una caída en el empleo formal y el deterioro continuo de la masa salarial, como ya lo ha publicado el INEGI.
Esto significa que la celebrada reducción de la pobreza fue un asunto momentáneo, calibrado para coincidir con la elección de 2024; más allá de los problemas de medición, que Gerardo Leyva vuelve a explicar (¡No tan rápido! Respuesta a Gerardo Esquivel, Nexos, 10/sep/25), desde el levantamiento de la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares hay una caída en los ingresos laborales de los mexicanos.
Pero eso, el incremento de ingresos impulsado por incrementos al salario mínimo, que para 2023 ya eran excesivos, era lo único que podían rescatar sus seguidores de todo lo hecho en el sexenio.
Nada más había tenido éxito: Pemex produce menos y sus pérdidas se han multiplicado; nunca funcionó el sistema aeroportuario anunciado como reemplazo del NAIM; las obras faraónicas a duras penas operan y pierden dinero en cantidades ingentes; nunca se restableció el abasto de medicinas; la infraestructura sufre un deterioro ya muy preocupante, y lo más importante, sus “abrazos, no balazos” no redujeron la violencia.
Cada día, 100 mexicanos son asesinados o desaparecidos.
Todo esto era claro que así ocurriría, y por eso esta columna, entre otras, proponía no votar por López Obrador en 2018 ni por su sucesora en 2024. La ilusión fue más fuerte que la razón, y ahora tenemos que pagarlo.
Lo que nunca pensé es que, además de todos los errores y costos mencionados, López Obrador construiría una red de corrupción y crimen.
Las evidencias del contrabando de combustibles, que involucran a su secretario de Marina, a su secretario de Gobernación (“su hermano”), al presidente de Morena, a gobernadores y legisladores, al menos desde 2021, no tienen lógica si no hubo un coordinador general de esa confabulación, que no podía ser otro que el presidente.
En la elección de ese año fue evidente el apoyo del crimen organizado a Morena, especialmente en las elecciones locales, por eso ganaron entonces todo el Pacífico y al año siguiente Tamaulipas.
Ya entonces había rumores de la confabulación, pero creo que no imaginamos el tamaño que tendría. A la luz de ella, las acusaciones que surgieron durante el juicio a García Luna, que afirmaban que López Obrador habría sido financiado por el crimen desde 2006, toman otra perspectiva: se vuelven creíbles.
Sheinbaum intenta que esta conclusión, totalmente obvia, no sea percibida por la población.
No está dispuesta a enfrentarse con su padre político, además de tener enfrente la pared de alfiles, aunque algunos de ellos estén sufriendo el continuo ataque estadounidense.
Al no hacerlo, pero tampoco encontrar cómo desactivar el simple razonamiento, lo confirma.