¿Cuál es el modelo Xi Jinping para acabar con los políticos corruptos en NL?
Luego remató:
"No tenemos compromisos mafiosos ni pactos con criminales; decimos cero corrupción y cero impunidad”. ¿Alusión a alguno de los presentes, como el senador Adán Augusto López?
En el Congreso de Nuevo León, en vez de legislar sobre temas banales que nunca tendrán efecto en la práctica, los legisladores deberían mirar las medidas anticorrupción de China.
No se trata, ni mucho menos, de extremar las campañas de honestidad en el servicio público hasta sentenciar a muerte a los culpables de desvío de recursos públicos, como lo hace el mandarín Xi Jinping.
Eso es radicalizar la norma.
No, pero sí convendría legislar localmente para imponer penas más severas contra los funcionarios públicos corruptos.
Acabar con esto que, según decía Octavio Paz, no es una mala práctica sino el sistema político en sí mismo.
Ayer, el exministro de Agricultura de China, Tan Renjian (2020-2024), fue sentenciado a muerte por robarse del erario más de $38 millones de dólares.
Benevolente, la justicia china señaló que si en los próximos dos años, al acusado no se le comprueban nuevas licitaciones fraudulentas, su pena podría conmutarse en cadena perpetua. Ojalá —por la salud del propio reo— no se le comprueben más desfalcos.
Al igual que en China, aquí deberíamos distinguir —como lo hace allá Xi Jinping— entre corruptos “tigres” (altos funcionarios) y corruptos “moscas” (burócratas de medio pelo).
Los segundos podrían apelar a que recibieron órdenes de sus superiores para manipular las licitaciones o forzar las asignaciones directas.
Los primeros no podrían apelar a nada.
En China existe, desde el año 2012, una comisión de inspección disciplinaria y otra de supervisión pública, dedicadas exclusivamente a detectar casos de robo a las arcas gubernamentales, desmantelar redes de clientelismo y garantizar la honestidad de la burocracia tigre y mosca respectivamente.
Lo cierto es que no basta con que se inhabilite a un político para no desempeñar otro cargo público en 10 o 20 años, sería absurdo pensar que, si ya robó una vez, no volvería a hacer de las suyas.
Contra estos sinvergüenzas debería caer todo el peso de la ley, sin que se les permitiera el lujo de ampararse.
Porque, cada día, los medios se congestionan de noticias sobre exalcaldes amparados, con riesgo de que no se les apruebe su cuenta pública, y amenazando con que son víctimas de cacería de brujas.
Y con el tiempo sueltan los correspondientes moches, se arreglan a la larga con jueces y autoridades, y resultan finalmente absueltos y prestos para desempeñar otro cargo de elección popular.
En China, las autoridades suelen usar el “shuanggui”; es decir, el interrogatorio preventivo contra un presunto culpable de corrupción.
De manera que, cuando se presentan ante un juez, los funcionarios detenidos ya son prácticamente sujetos a ser declarados culpables.
Por eso, en China, la tasa de este tipo de condenas llega a 94 por ciento.
De nuevo —ni Dios lo quiera—, esto no es ejemplo para condenar a los políticos corruptos de Nuevo León.