El arte de la sobremesa: cuando lo mejor empieza después del postre
A veces empieza con un café, otras con un carajillo, un digestivo o una copa de vino más, pero lo cierto es que la sobremesa es mucho más que un “después de comer”: es un ritual, un espacio donde el tiempo parece detenerse.
En México, y en Monterrey en particular, la sobremesa es casi tan importante como la comida misma.
Afuera, en otros países, uno termina de cenar y se despide sin más.
Aquí no, aquí la plática es tan sabrosa que se alarga entre risas, confidencias y planes que se gestan sin prisa.
En muchas ocasiones, es en la sobremesa donde se cierran negocios, nacen amistades o se fortalecen vínculos familiares.
La tradición regia tiene mucho de eso. Piénsalo: una carne asada nunca se acaba cuando se retira la parrilla; lo que sigue después —sentados alrededor, con copas servidas y historias en el aire— es igual de importante.
En los restaurantes, lo mismo: la mesa reservada a las 2 de la tarde sigue ocupada a las 5 porque nadie se quiere ir, y nadie debería quererlo.
Hoy, en un mundo donde todo parece correr a prisa, la sobremesa es un acto de resistencia.
Es decirle al reloj: “no me importa”, es valorar el tiempo compartido tanto como la comida.
Se ha modernizado, claro: ya no es sólo café o brandy; ahora entran en juego vinos ligeros, espumosos frescos, cocteles, e incluso mocktails para quienes no beben alcohol.
La sobremesa sigue viva, pero se transforma con cada generación.
Así que la próxima vez que estés en un restaurante, en casa de amigos o en tu propia mesa, no veas el final del plato como el final de la experiencia.
Tal vez lo mejor apenas está comenzando.
Porque, al final, la sobremesa sabe más que el plato fuerte.