El evangelio de Monterrey... en la pandemia
1.
Leí, allá por los 70s, El Evangelio de Lucas Gavilán, de Vicente Leñero. Fue uno de esos libros que se devoran de corrido, durante dos días y una noche.
La capacidad del autor para situar en el entonces Distrito Federal la vida de Jesucristo, según el evangelista San Lucas, me asombró, pues siempre he admirado a quienes se preocupan por hacer del evangelio un mensaje actualizado, aterrizado.
“Me gustaría escribir, algún día, algo semejante, adaptado a Monterrey”, pensé, mientras la vida me obligaba a otros afanes académicos y pastorales.
2.
La oportunidad llegó a principios de este siglo.
Durante tres años, que corresponden a los ciclos litúrgicos A, B y C, domingo a domingo, publiqué en un diario local El Evangelio de Monterrey, comentando el pasaje correspondiente a ese día.
Fue un ejercicio dialógico y provechoso, pues no sólo me sirvió para preparar mis homilías dominicales con tiempo, sino para compartir con los lectores mi particular visión de Jesucristo, de los fariseos -llamados en mi texto fundamentalistas-, de la Virgen María y sus discípulos, de las autoridades civiles y religiosas locales, etc.
3.
El libro fue bien recibido, y se leía con una sonrisa en los labios.
Y es que imaginarnos a Jesucristo Villarreal Rodríguez, nacido en La Pastora e hijo de José Villarreal, chofer de camión materialista, y María Rodríguez, dueña de una tortillería en Guadalupe que heredó de sus papás, nos hacía sentir más cercano al Maestro. Visualizarlo por las calles de Monterrey, en la MacroPlaza, subiendo a Chipinque, de rodillas en la Basílica de Guadalupe, platicando con sus discípulos en camino a Allende, N.L.., lo colocaba en la narración como uno más entre nosotros.
4.
En ese tiempo la enfermedad que más preocupaba era el SIDA, de ahí que Jesucristo lo mismo visitaba el hospital universitario para asistir a un moribundo, que sanaba de sus males a un convaleciente de ese terrible mal. El libro tuvo la fortuna de agotarse en dos ediciones, por lo que familiares y amigos me animaron a buscar una tercera edición.
Una ocasión propicia fue el arribo de la pandemia, en marzo del 2020.
Por un aparte, iniciábamos el ciclo litúrgico A y, por otra, el arribo del Covid19 me planteaba esta pregunta: ¿Cómo enfrentaría…
5.
… Jesucristo, el de mi relato, la terrible situación que nos llevó casi tres años?
Y así surgió esta tercera edición, ahora sí corregida, aumentada y aplicada, de suerte que a su título original El Evangelio de Monterrey, agregué … en la pandemia.
Estoy convencido de que la Palabra de Dios, siendo la misma para cualquier iglesia local del mundo, tiene que tropicalizarse de diferente manera en cada una de ellas. Algunas reflexiones, más bien pocas, han quedado tal cual las escribí hace 20 años.
Son a-temporales y no pierden vigencia. Otras, la mayoría, sufrieron…
6.
… modificaciones para reflejar lo vivido en estos últimos tiempos, con el flagelo del coronavirus encima.
Los personajes son los originales, aunque he agregado otros: algunas jóvenes discípulas, una enfermera especialista en atención a enfermos Covid19, gobernantes civiles y partidos políticos actuales, locaciones que no existían en aquel tiempo, etc. El grupo que acompaña a Jesucristo es el mismo.
El libro está disponible en la Curia de la Arquidiócesis, teléfono 8111582450. Disfrute la narración. Yo lo hice al redactarla.
7.
Cierre icónico.
Jürgen Habermas, quizá el mejor filósofo todavía vivo, e impulsor de la Teoría Crítica que dio fama a la Escuela de Frankfurt, sostiene en su Ética Dialógica que ella implica inteligibilidad, veracidad y corrección:
Que el hablante se exprese de manera clara, que sea veraz y se conduzca correctamente en el marco normativo en el que se participa.
Qué lejos está nuestra clase política de esa propuesta, pues se especializa en todo lo contarrio: crasa confusión para expresarse, mentiras a cada instante y absoluta falta de respeto para los adversarios.