Alfonso Reyes, a 100 años de su nombramiento como embajador de México en Francia
¿Les platico? ¡Arre!
...Y a la salida del estacionamiento principal del Aula Magna, este grafiti de Acción Poética lo resume todo:
No podía terminar de mejor manera el concierto que dirigió anoche el maestro Claudio Tarris.
Sí, de Francia y Argentina con amor, porque el director de ese ensamble orquestal nació en la tierra de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, mi idolatrado Cronopio.
Un hecho centenario en un recinto de 192 años, que funciona como espléndida sala de conciertos.
Inmejorable repertorio, con los proverbiales arreglos de Tarris, en las voces del tenor mexicano Osvaldo Salas y del cantante Sebastien Essomba.
La coloratura de Salas, su timbre, la potencia de su voz -que no requirió de micrófono alguno- y el aterciopelado toque que imprimió en las partes más románticas de sus interpretaciones, ¡soberbio todo él!
El atril enfrente suyo le sirvió de adorno, porque cantó sin leer la partitura, compartiendo con el público las emociones y devociones de su afición y profesión.
En cambio, el camerunés Sebastien Essomba, en penumbras, porque, o no funcionó del todo el micrófono, o así de tenue y discreto es su timbre.
Además, a pesar de haber interpretado canciones francesas muy populares, tuvo que leer las letras, concentrando su vista en el atril y no en el público, lo cual no pasó desapercibido para la culta audiencia que casi llenó la parte baja del Aula Magna.
En sus actuaciones suele mezclar música mexicana con ritmos africanos.
Tal vez hizo falta que el maestro Tarris le pidiera interpretar a su estilo, canciones como “Deja que salga la luna”, de José Alfredo Jiménez, que -por cierto- esa sí le sale muy bien.
Pero no importó, las piezas que formaron parte del programa, hicieron la noche a quienes desafiamos el estruendoso tráfico del Centro de Monterrey.
Y al final, el arreglo especial de Tarris sobre una canción popular francesa, retumbó en la sala colmándonos a todos de patriotismo, con las notas culminantes del segundo himno mexicano: El Huapango de Moncayo.
Poco faltó para que nuestro lábaro patrio ondeara al fondo del escenario o en manos de alguien del público, para ponernos a tono con los momentos políticos que nos toca vivir.
Alfonso Reyes (1889-1959) disfrutó en grande sus dos años como embajador de México en Francia
Fue un gran francófilo y perfecto francófogo, que presentó sus cartas credenciales al gobierno galo el 21 de enero de 1925 y selló su retiro de esa misión diplomática el 14 de enero de 1927.
Memorables para quienes los vivieron, fueron sus paseos nocturnos por Mont-parnasse y sus habituales visitas al salón de baile, Jockey.
Sus amigos recuerdan en epístolas, ensayos y libros las comelitonas que disfrutaba como buen gourmet en el Restaurante Español de la Rue Helder y sus tertulias de buen y fuerte café en la terraza del Weber.
Sus reuniones de domingo en petite comité en su casa de la Rue Cortambert.
Gracias por tan inolvidable velada, maestro Tarris, que no suelta la batuta ni cuando viaja encascado en su motocicleta Triumph.
- Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván, Gaby la Irreverente y Santa Rosalía, Patrona de las Venerables Buenas Costumbres.
El autor en otros medios nacionales y extranjeros:
https://www.sdpnoticias.com/autor/placido-garza/
https://muckrack.com/placido-garza
https://qoshe.com/yazar/pl-cido-garza/2695060
https://vanguardia.com.mx/autor/-/meta/placido-garza-irreverente
https://www.arteculturaysociedad.com/2025/04/manos-milagrosas-tejen-la-historia-de.html?m=1