El lujo de lo sencillo
Lo que más me sorprendió no fue la complejidad de los ingredientes, sino su ausencia.
Castro Hussong demostró que no necesitas una lista infinita de elementos para construir un platillo de talla internacional, basta entender el sabor, respetarlo y permitirle espacio para brillar.
Vivimos en una época donde muchos buscan el plato más fotogénico, el más rebuscado, el más “novedoso”, pero la cocina que verdaderamente deja huella es la que honra lo esencial.
Una reducción, un aceite infusionado, un punto perfecto de cocción, ese minimalismo, lejos de ser una carencia, es una declaración de confianza, el chef confía en su producto, en su técnica y en el paladar del comensal.
En la mesa, los vinos acompañaban el ritmo de cada plato, no lo imponían.
Como si la intención fuera recordarnos que el maridaje también puede ser discreto, un cómplice silencioso del sabor y no un protagonista estridente.
Hoy, cuando muchos buscan deslumbrar, hay algo profundamente refrescante en reencontrarse con la elegancia de lo simple, en probar un platillo donde cada sabor se entiende y cada ingrediente tiene sentido.
Porque, al final, el verdadero lujo está en lo que no sobra.
