El régimen se acabó
Las medidas contra la hiperinflación resultaron impopulares; cortado de tajo el gasto social, en las calles la indigencia y el desempleo se entrelazan como pareja forzada.
A cacerolazo limpio respondieron las urnas: gobernar desde las redes sociales no es igual que el viejo peronismo.
Milei aparece petulante y soberbio, incluso para sus ministros sobrevivientes a la poda burocrática.
Le gusta cenar en la mesa de Trump, besar el muro de los lamentos o pasearse por Europa; pero en las villas cartoneras, ni el fútbol alcanza ya para adormecer el hambre.
Hacer tres comidas es lujo, dos con mate es la costumbre.
Cambiemos de escenario: Francia, tan cosmopolita y primer mundo, vuelve a hervir.
Desde la Bastilla, la tríada de libertad, igualdad y fraternidad siempre exigió cabezas.
Hoy millares de profesionistas, pensionadosy estudiantes junto a los chalecos amarillos rechazan el alto costo de la vida y temen retrocesos en derechos laborales, jubilatorios e inmigratorios.
Emmanuel Macron y su nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, apenas instalado, ya enfrentan mociones de censura.
Miles de manifestantes en el llamado a “Bloquearlo Todo” recuerdan que Francia es la segunda economía de Europa, pero no inmune a la convulsión social.
Argentina y Francia, tan distintas y tan cercanas, palpitan el mismo pulso de sociedades hartas.
El régimen se acabó: lo viejo no sostiene, lo nuevo no convence.
Por encima de todo, un mundo observa con desconfianza el eco de los populismos, sean del Río de la Plata, del Sena o de la Casa Blanca.