Elektra alimenta a su padre
Le corresponde el cariño materno. Levantar de las cenizas al padre ausente. Lo hace con devoción. De su seno el dinero, la economía y hasta un hogar donde asentar sus reales.
La Elektra mexicana acepta al torturador. Al iletrado. Al proxeneta de trabajos parciales. Al engañador aficionado y al menesteroso de colonia popular.
Permite la seducción de sus palabras de acarameladas. Reconoce el patrón de podredumbre de su madre. Es sistémico, razona. No se puede variar. Mujer sorora y hasta feminista abortiva, adopta al varón inútil.
Es la madre del despojo humano
Del caído en la desgracia de los incompetentes. Le agradece cada una de sus frases sueltas. Sueña con la revolución de hacerlo cambiar. En la nostalgia de los tiempos pasado. Al verlo en algún sitio con alienación de grupee.
Emparejados, Peter Pan y Elektra.
Para ellos los enemigos son molinos de viento. Pocos cortesanos les abonan la miseria de su acomplejada relación simbiótica.
Ni los incondicionales. Ni las locuras de sus arrebatos consensuados. El gélido viento de sus autoexilios publicitados les demuestra la fragilidad de sus pobres raíces.
En el pégame, pero no me dejes, róbame pero no te vayas, véndeme pero no lo hagas a sobre precio.