Encuentro con lo insólito
Apostamos al caos.
A un mundo donde lo miserable cuesta el salario de un año.
A los liderazgos efímeros: Cada frase de un influencer o youtuber equivale a los diez mandamientos para la vida menuda.
Con eso validamos la lisonja y el besamanos público.
En cada esquina de nuestras comunidades hay anuncios de salvadores de la patria chica.
De quienes han llegado para desplazar a lo viejo. Lo tildan de inmundo. Desprecian la experiencia.
Se hacen valer de los falsos supuestos.
Rastrillarán entre el estiércol todas las posibilidades del odio.
Sus lenguajes, ojo, de pobreza intelectual, vienen aderezados por reduccionistas del caos.
Cada producto, en ocasión de candidato, nos llevarán a la tierra prometida.
Para eso convertirán todos nuestros llanos en llamas, en vergeles donde fluye la leche y la miel.
Amparados en la supuesta sospecha. En videos infamantes. La polaridad de cada elemento electriza a los sufragantes.
Toda posición en disputa equivale al desembarco en la playa de Normandía.
Contra el eje del mal, el salón de la justicia.
Precio de oro en portales digitales, revistas huidizas de cualquier auditoria de circulación. Medios en bonanza.
Las próximas generaciones tienen el difícil pacto de entender. Les estamos forzando a hacerlo en un volado.
Piedra, papel o tijera. Los analistas pueden predecir alta incidencia de abstencionismo.
Incluso del robo de las elecciones por el partido oficialista.
La empresa más sangrienta y redituable del mundo, el narcotráfico, mueve votantes y electores a su voluntad.
De eso no tenga la menor duda. Todos cojean del mismo modo. Ese es el encuentro con lo insólito.
Para quienes dudan, a precio de plata o plomo. También las fuerzas armadas, aérea y naval, tienen sus comodines listos.