La flexibilidad Ideológica: ¿pragmatismo o cinismo?

Carlos Chavarría DETONA® El concepto de "flexibilidad ideológica" plantea una de las tensiones más significativas de la política contemporánea.
https://vimeo.com/1091444957

Si bien la capacidad de adaptación es crucial para navegar un mundo en constante cambio, la línea que separa la prudencia del pragmatismo de la claudicación de los principios parece haberse diluido, dando paso a una forma de cinismo político que socava la confianza y la legitimidad democrática.

 Históricamente, la negociación y el compromiso han sido tácticas esenciales. Como demostró Lenin al proponer dar "un paso atrás para luego dar dos adelante", o los pactos pragmáticos entre potencias, la política a menudo ha requerido ceder en lo ideológico para asegurar un avance táctico. 

 Sin embargo, la flexibilidad ideológica de nuestros tiempos se distingue de este pragmatismo histórico, ya no se trata de una maniobra estratégica en aras de un objetivo superior, sino de una desarticulación de los principios que convierten a la ideología en un simple disfraz. 

El cinismo de hoy no busca educar como el de Diógenes, sino que se manifiesta como un fin en sí mismo: una burla cruel hacia quienes aún creen en el poder de la política para generar un cambio positivo.

El «síndrome de Diógenes», un trastorno caracterizado por la acumulación compulsiva y el abandono del auto cuidado, es un fenómeno distinto al cinismo filosófico y lleva el nombre de Diógenes en referencia a su estilo de vida de austeridad.

 El filósofo alemán Peter Sloterdijk ofrece una herramienta valiosa para entender este fenómeno en su concepto de “cynología”.

La cynología es el estudio del cinismo como una forma de pensamiento y comportamiento que se caracteriza por la desilusión, el escepticismo, la burla y hasta la ironía.

 En la política, el cinismo se manifiesta en la creación de una realidad simulada que busca persuadir y manipular a la opinión pública, los políticos utilizan la propaganda y la manipulación para controlar e influir en las masas, creando una “política de la apariencia” donde la verdad no es importante, sino que lo que importa es la percepción.

Así que, muy fácilmente, juegan con ella. (Dellamary, Guillermo, El Informador, 2024)

Durante la Primera Guerra Mundial, los gobiernos de en pugna, recurrieron a la propaganda para movilizar a la población y justificar la guerra, a menudo exagerando las atrocidades del enemigo y ocultando las propias.

Esto condujo a un aumento del odio y la desconfianza, dificultando la búsqueda de la paz. 

 En varias ocasiones, los gobiernos han utilizado un discurso cínico para justificar políticas económicas que benefician a ciertos grupos a expensas del bienestar general.

Un ejemplo es la promoción de políticas de austeridad, que a menudo conducen a recortes en servicios públicos esenciales y aumentan la desigualdad

La corrupción política, a menudo acompañada de un discurso cínico que minimiza su impacto o lo justifica, erosiona la confianza en las instituciones y socava el estado de derecho.

 Esos que se hacían llamar izquierdistas, que de 1960 a 2000 calificaban a los presidentes de la República, a sus gabinetes y a su política, tanto nacional como internacional, de traidores, entreguistas, serviles al imperio yanqui y de vendepatrias, ahora que están en el poder han caído en los mismos vicios que censuraban en sus antecesores en el poder.

 Se ha vuelto costumbre enarbolar la soberanía como algo negociable, pero los políticos cínicos de la actualidad prenden la dirección nacionalista en sus narrativas pero practican la sumisión, disfrazados de adalides de la herencia de libertad ganada a pulso de sangre de héroes. 

El cinismo también se manifiesta en la negación de hechos; como el cambio climático: por parte de algunos políticos y grupos de interés, a pesar de la abrumadora evidencia científica.

Esta negación obstaculiza la adopción de medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los efectos del cambio climático.

 Las personas comunes pueden ser cinicas cuando quieran y hasta nihilistas, pero nunca lo son con sus aspiraciones y quieren ver en sus representantes un oportunidad realista para construir sus futuros, pero cuando lo unico que reciben de sus “representantes” sufre la democracia en su perdida de autenticidad y elo desencanto generalizado es mayusculo.

 

El sustrato que soporta cualquier ideología son sus principios y valores. La ética política, por tanto, reside en el respeto prudencial a esos valores comunes, con la preeminencia del bien común como un pilar no negociable.

Cuando este fundamento se abandona, la ideología pierde su propósito original y los políticos se convierten en "administradores de canonjías", priorizando los intereses personales o grupales sobre el bienestar de la sociedad. 

 

Sloterdijk detecta y no sin falta de razón a la polarización como una de las mayores epidemias políticas y recurso de decenas de líderes: “Desde hace un tiempo, estamos tratando con una alarmante tendencia a la destrucción de los matices”, diagnóstica.

Los conflictos post electorales en lugares como la Unión Americana y confirman que una de las columnas que sostienen al populismo de izquierda o derecha es la simplificación.

“Para políticos del tipo de Putin y Trump –y podríamos incluir a algunos otros-, apunta, la verdad es aquello que se puede hacer de la mentira”.( Peter Sloterdijk. Las epidemias políticas. Ediciones Godot. Traducción: Nicole Narbebury. 104 pp.).

 

Esta desconexión ética es la antesala de la corrupción y la ineficacia, ya que las decisiones dejan de estar guiadas por la búsqueda de soluciones a los problemas públicos y se orientan hacia la preservación del poder.

La ubre del poder produce una amnesia repentina en todos los lideres de la actualidad respecto a sus encendidas narrativas que les dieron acceso al mana delicioso del cinismo.

 

 Este ciclo destructivo conduce inevitablemente al desprecio por la política y sus representantes. Las narrativas oficiales se perciben como vacías y carentes de autenticidad, lo que desgasta su legitimidad. 

 La ciudadanía, que aspira a una sociedad ilustrada y justa, observa cómo quienes encabezan el poder se ríen de sus aspiraciones, rompiendo el pacto de confianza que es la base de la democracia.

El futuro de las sociedades cínicas

 Cuando el cinismo político se convierte en la norma, la sociedad se enfrenta a un futuro sombrío y predecible. La pérdida de confianza en las instituciones y en los líderes crea un vacío que raramente permanece vacío por mucho tiempo.

Este vacío se llena con la apatía, el desinterés general por la participación política, o con la fragmentación social, donde los ciudadanos se agrupan en comunidades cada vez más aisladas y polarizadas, desconfiando de todo lo que no forme parte de su círculo.

 En este escenario, las instituciones democráticas se debilitan progresivamente. La mentira se normaliza y la verdad se percibe como una mercancía transaccional más que como un valor fundamental.

La "política de la apariencia" que describía Dellamary se intensifica, llevando a una sociedad donde la percepción y la manipulación son más importantes que la realidad y los resultados.

Los problemas estructurales, desde la desigualdad económica hasta el cambio climático, se ignoran o se abordan con soluciones superficiales, ya que el único objetivo es mantener el control y el poder, no el bienestar general.

El peligro final de este ciclo es el surgimiento de extremismos.

Un pueblo desilusionado, despojado de sus sueños, se vuelve susceptible a las promesas de líderes que ofrecen soluciones simples y autoritarias a problemas complejos.

Prometen restaurar el orden, la verdad y la justicia, pero a menudo lo hacen a expensas de la libertad y los derechos individuales, de esta manera, la traición de los políticos cínicos no solo acaba con la vision de mejores futuros, sino que puede allanar el camino hacia el fin de la democracia misma.

 En última instancia, la traición de los políticos cínicos tiene una consecuencia devastadora: la destrucción de los sueños de las personas sobre un futuro mejor.

Cuando se pierde la fe en que la política puede ser un vehículo para la justicia, la prosperidad y la seguridad, no solo se desprecian a los líderes, sino que se pone en entredicho la capacidad de la sociedad para construir un destino colectivo digno de su esperanza.
https://vimeo.com/1015118818
https://vimeo.com/1089261994
https://vimeo.com/1091496933
Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.