La última generación de migrantes
Les han vendido el sueño americano. La oportunidad de mejora social. De dinamizar el sentido de sus ingresos. Abandonan el terruño con todas las apuestas en contra.
Deben de superar las fronteras físicas. En una marca tumultuosa y meteórica. Los acompañan sus pares. Los desposeídos hasta de lo elemental. A quienes les han acosado por años los grupos criminales, los de cuello blanco y los cárteles transnacionales.
En las selvas de Centroamérica, en los mares del caribe, muchos de sus compatriotas han muerto. Sus heridas invisibles, pero también las físicas, demuestran la fragilidad de la vida humana.
Son fichas de intercambio al caer en manos de criminales. Quienes no tienen el menor temor para asesinarlos. A las mujeres y a los niños, la parte más frágil, les colocan precio de mercancía con posibilidad de tratas para el servicio sexual.
La tragedia de quienes migran no está en sus países de origen, sino en los regímenes de corrupción, de simular vías democráticas y del libre comercio.
Del abandono centenario del campo. Llegar a México representa la meta temporal. Donde se infiltran con ellos también los sicarios, los desertores de la mara salvatrucha, los cobradores de impuestos revolucionarios y la vergüenza de la piel cobriza.
La última generación de migrantes: la tropa humana ahuyentada por el instituto nacional de migración y la tibia gendarmería nacional.