Las turbias aguas del paraíso
Desde ahí comenzó el viaje por el camino amarillo.
Vamos a ver al mago, al mágico mago de AMLO, con él llegaron sus acompañantes: el hombre de hojalata, Adán Augusto López Hernández; la niña que busca regresar a casa, Claudia Sheinbaum Pardo; el león, Fernández Noroña; y el espantapájaros, la familia Monreal Ávila.
Todos sonrientes bajo el lente fulminante de los fotoperiodistas.
En esta fábula política también aparecen los brujos del este y oeste: Ricardo Anaya y Alejandro Moreno, maestros del artificio, resguardados por fueros y curules.
Ni las aguas sucias del PRI o el PAN quedaron atrás; su legado se oculta en los archivos de Gobernación y en los códigos de Pegasus, ese software de espionaje adquirido y perfeccionado para el control.
Mientras tanto, los caminantes Adán, Claudia, Noroña y los Monreal avanzan juntos.
El mago se protege con la máscara del silencio, encarnando al enano de fantasía, magnate del lema de “no robar, no mentir y no traicionar”. A su lado, la mano discreta de María Luisa Alcalde, pese a las sombras de los hijos mayores del presidente.
En la antesala del poder se reparten chocolates, café y gas del bienestar.
Se sueña ya con el 2030, un mundo femenino encabezado por Clara Brugada, Ana Bertha Luján o alguna heredera de la familia Alcalde.
Pero tanta felicidad compite con la crudeza de la política real, las tribus al interior de Morena se desgarran mientras preparan la siguiente votación, millones de ilusos caerán en la promesa de un edén inexistente.
México, bendígale el Señor.
Porque al final, en estas turbias aguas del paraíso, los juegos de los adultos siguen liquidando la industria de la ensoñación.