Los gobiernicolas
Desde niños jugaron a The Sims en las máquinas de escritorio. Primero pasaron por el Turista y por el Monopoly, en las horas muertas como familia.
Hicieron de las reglas de operación un reverendo rehilete. Incluso se autoprestaron del banco a su disposición.
En ninguna auditoria seria, la mirada escrutadora de sus padres les habría confiscado las propiedades, impuesto multas por encima del capital y hasta suspenderles los privilegios del postre.
Tono celebratorio. Quien se duerme pasa a mejor vida. Esa es ley en la universidad de la calle. Vivir de manera desahogada es hacer equipo. Incluso con quienes no te caen tan bien.
Estudia sus necesidades y las ambiciones. Dosifica cada nivel de premios. Nunca les sueltes las correas. Deben sentir autosuficiencia y ser necesarios en toda la operación.
Cubre las espaldas. Jamás firmes papeles en blanco. Acceso a las informaciones privilegiadas. Las obras no se hacen solas. Funcionan en todas direcciones. Desparraman ganancias. Considera inversiones a fondo perdido.
Las lealtades y los archivos personales, de pecados ocultos o excentricidades, a guardar en la caja fuerte. Respira tranquilo. Nada por aquí. Nada por allá. Todo va a una cuenta secreta en el extranjero.
Pasea por todas las latitudes. Haz obra y sobra. Simula limpieza, sencillez y cercanía. Son palabras divinas. A toda casta de gobiernicolas, solo los inversionistas, los grandes, los de a deveras, tenles respeto, pleitesía y derecho de picaporte.