"Nadie se lamenta de no tener lo que jamás tuvo"

Frase de Etienne de La Boétie.
¿Por qué en tantas ocasiones la gente parece entusiasmarse con quien la esclaviza y oprime?

Hace milenios haciéndonos la misma pregunta, porque los humanos nos resignemos a tener tiranos, déspotas y señores crueles que se nos imponen por la fuerza, dominan y esclavizan nuestra vida.

¿Por qué a veces algunos son serviles, no porque no tengan más remedio sino porque frívolamente y neciamente, les gusta serlo? 

Traemos al día de hoy lo escrito hace casi medio milenio, por un joven francés Étienne de la Boétie, nacido en 1530 en una familia aristocrática del Périgord francés, cuyo padre era funcionario de la corte del rey y su madre hermana del presidente del Parlamento de Burdeos, que se hizo esa pregunta: ¿por qué la gente no solo es capaz de obedecer sino de dejarse arrastrar con gusto al servilismo?.

Para dar una respuesta, escribió un ensayo titulado, “Discurso sobre la servidumbre voluntaria o contra uno”, al hallar en nuestro México    contextos y comportamientos análogos, este mensaje del escrito resulta asombrosamente actual. 

Hoy, los peligros de la tiranía no son los aparecidos en el siglo XVI, aunque a veces la dialéctica política nos lleve a creerlo, pero a pesar de la diferencia de años y condiciones de todo tipo, la preocupación de La Boétie ante quienes se someten a otros, sigue siendo completamente acertada, oportuna y actual.

Resulta tan turbadora la lectura de 'La servidumbre voluntaria', de Étienne, ya que muestra sin duda alguna y que es indiscutiblemente real, la condición de sumisión consentida que es bárbara, bestial e inhumana, que nos revela el monstruo que anida en el interior de cada ser humano, que le seduce y engancha, con los más lacerantes e hirientes yugos políticos de los absolutismos de las tiranías. 

Por eso ya que su escrito es también realista y de actualidad, nos ayuda a comprender que la lucha contra el autoritarismo no depende de las declaraciones agresivas o de las amenazas de la revolución, sino de evitar la disipación o la indiferencia de actuar en política, que no solo se vaticinan sino son la causa de los auténticos males de la república.

Damos a conocer algunos extractos del escrito: 

“De momento quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiere soportar y que no podría hacer daño alguno, de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente - y sin embargo, tan corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos-, ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino por el contrario, porque están fascinados y, por decirlo así,' embrujados por el nombre de uno, al que no deberían (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje)”.

"¿Qué ocurre? ¿cómo llamar a ese vicio, ese vicio tan horrible? ¿Acaso no es vergonzoso ver a tantas y tantas personas no tan sólo obedecer, sino arrastrase? No ser gobernados, sino tiranizados, sin bienes, ni parientes, ni mujeres, ni hijos, ni vida propia. Soportar saqueos, asaltos y crueldades, no de un ejército, no de una horda descontrolada de bárbaros contra la que cada uno podría defender su vida a costa de su sangre, sino únicamente de uno solo. Si dos, tres y hasta cuatro hombres ceden a uno, nos parece extraño, pero es posible; ... pero si cien, miles de hombres se dejan someter por uno solo, ¿seguiremos diciendo que se trata de falta de valor ... ? ... ¿cómo llamaríamos eso? ¿Cobardía?  ¿qué es ese monstruoso vicio que no merece siquiera el nombre de cobardía, que carece de toda expresión hablada o escrita, del que reniega la naturaleza y que la lengua se niega a nombrar? son los propios pueblos los que se dejan o, mejor dicho, se hacen encadenar, ya que con sólo dejar de servir, romperían sus cadenas. Es el pueblo el que se somete y se degüella a sí mismo; el que, teniendo la posibilidad de elegir entre ser siervo o libre, rechaza la libertad y elige el yugo; el que consiente su mal, o, peor aún, lo persigue”.

“Toda servidumbre es voluntaria y procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce el poder». La tiranía es un sistema autodestructivo y aunque el pueblo no ha elegido conscientemente estar bajo el yugo del tirano, tiene la responsabilidad moral de romper el vínculo de sumisión establecido con el déspota. Sostiene que los individuos a menudo se asocian y permanecen bajo el yugo del tirano por la supuesta seguridad que se les brinda, pero que realmente se traduce en explotación. Sin embargo, aunque su libertad está restringida, el sujeto naturalmente tiene el deseo de libertad, aunque no lo sepa empíricamente. Este hecho es incluso verificable entre animales no humanos".

Los conceptos planteados en el escrito sobre la tiranía han sido proféticos ya que la psicología de la servidumbre, fusiona así, dos componentes que, un poco más tarde, estarán condenados a estar en desacuerdo y estar en lucha constante: libertad e igualdad.

Más allá de esta condición ontológica, es cómo se da en estos momentos históricos, caracterizado por el auge de la tecnología, los medios de comunicación y las sucesivas crisis sociales, lo que se denuncia es la pérdida de esa enardecida pasión por defender la libertad que constituía la mejor vacuna frente a quienes buscan usurparla y suprimirla. 

Y aunque no tenía su discurso la intención de cauterizar esa herida mortal que sufría, a su juicio, el vulgo y que, siglos después, con la experiencia sucesiva de tiranías, implícitas y explícitas, tiranías que no han hecho más que aparecer y florecer con más vehemencia, su ensayo constituye un importante advertencia para los humanos tanto cibernautas así como activistas libertarios, al recordarnos, sin paliativos retóricos, que la sumisión más salvaje no es la que irrumpe por medio de la fuerza, sino a través de la escandalosa elección popular y la pasividad de la costumbre.

Y para finalizar hacemos el siguiente cuestionamiento:

¿Cómo puede ser que «tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soporten a veces a un tirano solo, que sólo tiene el poder que le dan?.

Ernesto Pompeyo Cerda Serna

Contador Público y Auditor. Socio del Despacho D. E. C.  y Miembro del Despacho Internacional PKF North American. Autor de los libros. Adiccionario Político. Kratologia. Literatura y Poder.