"No somos uno, ni somos 100…”

Rumbo a la Macroplaza, en Monterrey, me di cuenta que sobre la mesa de la cocina dejé olvidadas las dos gorras para protegernos Paty y yo del sol, pero como estaba medio nublado a las 10:45 de la mañana y el evento empezaba a las 11:00, ya no quise regresar por ellas.

Lo importante era no llegar tarde al inicio del mítin de ciudadanos en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), cuya suerte está ahora en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Arribamos justo a tiempo para escuchar a los oradores.

No teníamos prendas de color rosa, como casi toda la gente, pero eso no fue obstáculo parea integrarnos de inmediato entre todos, casi al pie de la estatua de Miguel Hidalgo (el original padre de la Patria) y de frente a la fachada magnífica del Palacio de Cantera (así se le llama al Palacio de Gobierno en Nuevo León) que no me canso de admirar cada vez que puedo.

Notamos de inmediato que la multitud era heterogénea en edad y sexo, en indumentaria y aspecto, quizá habría ligeramente más personas mayores.

Parecía un abanico de regiomontanos desde el de sombrero norteño hasta el de los lentes oscuros elegantes.

Difícilmente nos reuniríamos tantos regios tan distintos en recintos privados, pensé, pues cada uno vive en su propio mundo.

Ahí capté la magia del momento: la plaza pública, el espacio de todos, nos iguala en la figura de ciudadanos y nos recuerda el poder de nuestras voces cuando se elevan juntas ante las arbitrariedades de los gobernantes.

Las nubes se disiparon y brilló un sol esplendoroso, pero que nos castigaba duro a los jóvenes adultos mayores.

No importaba, pues la primera oradora, una joven de 17 años, decía con entusiasmo que votaría por primera vez en la elección nacional del 2024 y pedía respeto para su voto.

Hablaba rápido y con pasión contagiante:

La Corte deberá resolver el problema (se refiere al Plan B de Morena para desmantelar al INE), desde aquí de la Macroplaza le pedimos su mejor juicio.

Las personas iban y venían entre quienes estábamos fijos en un lugar.

Con camisetas rosas, stickers, calcomanías sobre la ropa, banderas y con el celular en mano, me imagino que entre todos se tomaron miles de selfies.

Había gusto por compartir en las redes sociales de cada quien la presencia en la Macroplaza, destacar la defensa del INE y, por supuesto, sentirse parte de la solución, no del problema.

No vi un solo conato de violencia o discusiones, ni enfrentamientos verbales entre los asistentes al mítin. Los conocidos se saludaban como si estuvieran en una fiesta, en este caso, en una fiesta cívica.

Al terminar Regina, tomó el micrófono quien había sido consejera del entonces llamado Instituto Federal Electoral (IFE) en 1992. Ella habló claro y fuerte:

Esta batalla la damos todos, no es un asunto de derecha, es por la defensa de nuestros derechos, nuestra democracia no merece esta reforma electoral, nadie por encima de la Constitución… no queremos regresar al pasado.

Lourdes ganó muchos aplausos.

Yo trataba de aplaudir mientras estaba atento a quién pasaba a mi lado.

Un señor traía de la correa a un hermoso perro blanco de una raza parecida al Husky.

El pobre chucho venía con la lengua de fuera por el calor, el sol seguía brillando y ponía a prueba la resistencia de cada uno.

Antes de que empezara a hablar el último orador, desde el estrado avisaron a la gente que había ambulancias disponibles y puestos de auxilio en caso de que alguien se sintiera agobiado por el calor. De hecho, hubo algunos desmayos, nada grave por fortuna.

Cerró la fila de oradores Javier Prieto de la Fuente, quien preside la organización Sé Líder dedicada a la promoción del liderazgo entre jóvenes nuevoleoneses. Javier proviene de una familia de empresarios y en un momento de su vida se dedicó de lleno a la música clásica, en particular al violonchelo.

Conozco la excelente labor de su organización juvenil porque mi hija menor participa activamente en las tareas de liderazgo.

Mayor que yo, Javier vivió la época de las elecciones manipuladas desde el gobierno y así lo relató en su valiente discurso:

Recurrió a anécdotas de la época de los fraudes electorales en donde él vivió en su persona, como representante de partido, la alteración de las urnas, la frustración y la impunidad del entonces partido gobernante.

Al escuchar esto, la gente se encendió, sacudió la pesadez del calor y empezó a corear el discurso de Javier:

Le pedimos a la Corte anular el Plan B por nefasto contra algo que hemos construido desde hace años. Estamos pidiendo que detengan el aberrante Plan B como propuesta del Ejecutivo que nos está robando la democracia.

Yo ya no sabía sobre cuál pie pararme, apoyado en el hombro de Paty y auxiliado por un bastón de senderista que uso a veces para ayudarme a caminar.

No quería de ninguna manera perder el hilo de sus palabras:

Hacemos un llamado a las instituciones, organismos empresariales, universidades e iglesias para manifestar descontento y lo hagan en todos los foros posibles.

Cerró su oratoria diciendo que ésa...

“...es la única manera de convertirnos en héroes de la historia, defendiendo la voluntad del pueblo y no de los que manejan al País”.

¡Duro!

Después de una hora transcurrida bajo el sol, parado en la multitud y sin mucho espacio para movernos, llegó un momento que nunca olvidaré por lo emotivo:

Cantamos todos los presentes el Himno Nacional bajo la guía de una soprano desde el estrado.

No sé cómo relatarles la emoción que sentimos, la electricidad que generaba una multitud de aproximadamente 30 mil personas:

“¡no somos uno, ni somos 100, pinche gobierno cuéntanos bien!”.

Fue uno de los gritos de guerra cantando nuestro hermoso Himno y convirtiéndolo en un lazo de unión indestructible entre todos los presentes en la Macroplaza. 

Ese Himno Nacional asociado rutinariamente a los actos oficiales y acartonados del Gobierno, prácticamente robado por los gobernantes para su lucimiento personal, fue de golpe recuperado por sus dueños originales: los ciudadanos, nosotros mismos, y lo usaron como un canto de liberación frente a las arbitrariedades del poder. 

Más tarde, de regreso a casa, con la cara roja por el sol, pero muy contento por lo sucedido, apenas entramos de la cochera a la cocina vi las ingratas gorras olvidadas  sobre la mesa del desayunador.

Me dio risa y luego pensé: bueno, las usaré en la próxima marcha, en la siguiente y en las que sean necesarias para defender al INE y a la democracia.

Si por gorras no paramos, por marchas menos. Si es necesario, ¡hasta al perro me llevo!
Rogelio Ríos Herrán

Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México (1981)  y desde 1994 se ligó a los medios de comunicación como comentarista y productor en Radio Nuevo León y la televisión pública y colaborador y columnista en periódicos en Nuevo León y Arizona y Georgia, en Estados Unidos. Durante más de 18 años se desempeñó como editor de opinión en el periódico El Norte (Grupo Reforma), en donde además durante 15 años fue un editorialista regular con análisis sobre coyuntura de política internacional, Estados Unidos y asuntos mexicanos. Desde 2019 y hasta 2021 colaboró en Grupo Visión de Atlanta, Georgia, y condujo el programa radial Un Café Con Atlanta.