¿Por qué se conduce mal el PAN de NL?
Me refiero, desde luego, al accidente vial que ayer por la tarde se suscitó en el centro de Monterrey, en el cruce de Zuazua y M. M. del Llano.
La Chevrolet cerrada de Policarpo Flores, dirigente estatal del PAN, se volcó aparatosamente.
Dicen algunos que iba a exceso de velocidad.
No podemos asegurarlo.
Habrá que ver el parte oficial.
Ojalá todos los funcionarios y regidores que tripulaban la Chevrolet cerrada estén sanos y salvos, fuera de peligro. Nuestros mejores deseos para su salud.
También esperemos que no saliera afectado ningún otro ciudadano regiomontano.
Pero la moraleja queda.
Tal parece que no ha sido la primera vez.
No diré que este accidente vial podría ser reflejo o proyección metafórica de los excesos de la actual dirigencia estatal. Ni que se están saltando normas —en este caso, políticas— que lastiman a los propios militantes del PAN, muchos de los cuales aducen no sentirse satisfechos de la manera en que se están manejando las cosas dentro de su formación política: nepotismo, elitismo, compadrazgo, alianzas contra natura, ausencia de rendición de cuentas a la base militante y bajo reconocimiento de los ideales que distinguieron por década a esa organización.
El comité estatal del PAN está averiado, chocado, y, según sus tripulantes, el vehículo no se conduce con prudencia ni escrupulosidad.
Así no puede llegarse con bien al destino previsible de 2027, sin contrariedades ni contratiempos que lamentar.
Quizá, en el fondo, el problema consiste en que las dirigencias estatales, aquí en Nuevo León y en casi todo el resto del país, se conducen por donde más les place, al margen de los dictados del Comité Ejecutivo Nacional. Prácticamente se les confiere una franquicia a las cabezas de cada estado.
Y no olvidemos que el capital electoral de un partido tarda años en almacenarse, y se fuga rápidamente —como el combustible— con cualquier accidente del vehículo oficial del PAN.